Pequeñas f(r)icciones: Vizcarra y Keiko en Choquehuanca
Pequeñas f(r)icciones: Vizcarra y Keiko en Choquehuanca

Cualquiera que pasara, ese día, a esa hora, por esa cuadra, podría jurar que nada en particular estaba pasando en la siempre apacible y silenciosa calle José Choquehuanca, en San Isidro. El aire agotado del mediodía apenas si movía las hojas de los enormes árboles de olivo que, como guardias eternos, custodiaban las casas a ambos lados de la calle. Sin embargo, a solo unos metros de ahí, en la sala de una de las residencias y en un silencio que hiere, dos hombres intercambiaban miradas envenenadas. En otros tiempos, en otras tierras, estarían a punto de desenfundar sus pistolas y disparar a matar.

-Fíjate que tienes agallas para venir hasta mi casa.

-Puede ser, pero si no quisieras hablar conmigo, no me habrías dejado entrar.

tuvo que aceptar, para su disgusto, que , su interlocutor, tenía razón. Desde aquellos fatídicos días de 2018, cuando tuvo que renunciar a la Presidencia de la República y cuando Vizcarra, su entonces vicepresidente, juramentó como presidente, varias interrogantes se habían quedado apiladas en su fuero interno. ¿Por qué Vizcarra lo había traicionado? ¿Por qué no renunció al cargo como lo hizo su segunda vicepresidenta, Mercedes Araoz? ¿Por qué siempre utilizaba una camisa blanca?

-A ver, cuéntame -preguntó Kuckzynski- ¿Qué pasó? ¿Por qué formaste parte de un complot contra mí?

-Te equivocas, las cosas no son como te las han contado.

-¿Y entonces cómo son?

-Para eso he venido. Te voy a contar todo.

Kuczynski se reacomodó en el sillón de cuero y se dispuso a escuchar su versión.

VIZCARRA, LA FIDELIDAD HECHA PERSONA

“Antes que nada, querido PPK, lo que te voy a decir es la pura verdad. Yo ya estaba de embajador en Canadá, cuando viajé a Lima para atender unos compromisos. Apenas bajé del avión, me encontré con Keiko Fujimori. Estaba ahí donde la gente recibe a los pasajeros. Tenía un cartel que decía: ‘Señor presidente Vizcarra’. Sí, yo sé que, al ver que me llamaba presidente, debí sospechar de sus intenciones, pero me faltó malicia. Entonces, me subí al auto con ella. Noté que el chofer era José Chlimper. Al inicio no me di cuenta de que era él, pero lo reconocí cuando, en medio del tráfico, se fue abriendo paso a balazos. Llegamos entonces a la casa de Keiko. Nos abrió la puerta Mark. El pobre estaba con un delantal, con unos guantes para el horno y con una cara de habérsele quemado el almuerzo. Estando ya en la sala, me puse firme y le dije a Keiko que no iba a hablar con ella de ningún tipo de complot. Keiko me dijo que solo quería que se termine la crisis de gobernabilidad. Solo por eso la escuché. Me dijo que tú ibas a dejar de ser presidente pronto. Yo le dije que no, que se equivocaba, que tu mandato terminaba en 2021. Ella se rio. Yo también. Y Chlimper no se rio, pero disparó un tiro al aire, es decir, al techo. Entonces, Keiko me dijo que su bancada te iba a vacar. Me dijo también que entonces tu banda presidencial sería mía y que ella y su bancada me iban a apoyar. Yo les dije que de ninguna manera iba a ponerme tu banda presidencial; a mí no me gustan las cosas de segunda mano. Entonces fue cuando le dije que yo iba a serte fiel y que, si ellos te sacaban del cargo, entonces yo me iba contigo. Le dije también que no me iba a prestar ni alquilar para esas bajezas. Ella me dijo que todos tenemos un precio. Eso fue demasiado. Comprendí que era hora de irme. Keiko me pidió que al menos me quedara a almorzar, pero me pareció que lo mejor era desistir de la invitación, considerando que no confiaba en las intenciones de Keiko, ni en la cocina de Mark. Eso fue, PPK. Salí de su casa, pero nunca me comprometí a nada. Al contrario, dejé bien en claro que yo nunca te traicionaría. Si al final acepté ser presidente, fue porque tú renunciaste. Entonces, yo entendí que ya no querías seguir conduciendo al país y yo acepté para ayudarte, me crees, ¿no?”

-No, no te creo para nada -dijo Kuczynski.

-Pero es la verdad.

-¿Estás seguro?

-¿Por qué lo dices?

-Hoy en la mañana vino Keiko. Ella me contó una historia muy distinta.

-¿Keiko vino? ¿Y no te parece raro que aparezca y te cuente su versión?

-Igual de raro que tú te hayas aparecido para contar la tuya.

-Y a todo esto, ¿qué te dijo Keiko?

KEIKO Y LA GOBERNABILIDAD

“Primero que nada, Pedro Pablo, quiero que sepas que yo acepté mi derrota en 2016 y nunca he tenido el mínimo interés de sacarte de la Presidencia. El que tramó todo fue Vizcarra. Esto es lo que pasó. Yo estaba un día en casa cocinando con Mark. En realidad, yo estaba mirando cómo Mark cocinaba, cuando, para mi gran sorpresa, me llama Vizcarra. Me dice que acaba de llegar a Lima y quería reunirse urgente conmigo. Y, entonces, como la última vez que dejé solo a Mark, lo encontré con sus amigotes ensuciando la sala y jugando play, le dije a Vizcarra que venga a mi casa. También le pedí a Chlimper que lo recoja del aeropuerto y lo traiga de la manera más discreta, que, en el caso de Chlimper, quiere decir con la menor cantidad de disparos posibles. Cuando Vizcarra llegó, Mark le abrió la puerta. Yo creo que por eso se distrajo y se quemó el almuerzo. La cosa es que estábamos ya en la sala y Vizcarra me dice, de frente, sin miramientos, que tú vas a dejar de ser presidente. Así fue, Pedro Pablo. ¿Puedes creer tamaña traición? Yo, por supuesto, le dije que cómo decía esas cosas. Yo le recordé que el pueblo peruano te había elegido para que seas presidente hasta 2021. Pero él insistía en que nuestra bancada tenía que lograr la vacancia. Yo, como buena perdedora, le dije que no cuente conmigo para esas jugarretas. Pero sí contó. Me dijo que tu presidencia no pasaba de una o dos semanas. Entonces me amenazó. Me dijo que, si yo no lo apoyaba para juramentar como presidente, iba a forzar el cierre del Congreso. Y agregó que, si no lo podía cerrar del todo, al menos lo cerraría los fines de semana. Así fue, Pedro Pablo. Yo no te miento”.

COLOFÓN

En la noche, confinado en su estudio, Kuczynski rememora cinco años después esos días tumultuosos de 2018. No le cree a pie juntillas ni a Vizcarra ni a Keiko, aunque de ambas versiones coge retazos y crea la suya propia. A fin de cuentas, lo único que sacó en limpio fue que jamás debió lanzarse a la piscina de la Presidencia. Muy tarde comprendió que, con el peso enorme del caso Westfield Capital a cuestas, con una bancada opositora sedienta de venganza y con un vicepresidente con el serrucho en la mano, su hundimiento estaba cantado, tan cantado como el “Contigo Perú”, el Perú de Nebraska.

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