Pequeñas f(r)icciones: Escenas de una alianza terminal

El siguiente texto es ficticio; por tanto, nada corresponde a la realidad: ni los personajes, ni las situaciones, ni los diálogos, ni quizá el autor. Sin embargo, si usted encuentra en él algún parecido con hechos reales, ¡qué le vamos a hacer!
(Foto: GEC)

Era otoño, pero el cielo celeste y despejado parecía sacado de una tarde de verano. Pedro Francke, Anahí Durand y Verónika Mendoza sonríen, emocionados, al ver la llegada del candidato Pedro Castillo. Uno a uno, le dan la mano, mientras intercambian rápidos y breves saludos.

-Te agradezco por el apoyo, Verónika.

-No se preocupe. Vamos a apoyarlo en esta segunda vuelta. Tenemos que cerrarle el paso a Keiko.

-Eso mismo. Además, ya es hora de que el pueblo llegue a Palacio.

-Claro, el pueblo. Y nosotros también -dijo Mendoza, con una sonrisa pícara.

Francke, Durand y Castillo se sonrieron también.

-¿Ya leíste el documento donde formalizamos la alianza? -preguntó Castillo.

-Sí -dijo Mendoza-. Me gusta que un tema central sea la lucha contra la corrupción.

-Claro.

-No podemos dejar que la corrupción de siempre llegue al poder.

-Claro que no -respondió Castillo-. Es hora de gente nueva.

Mendoza asintió, mientras Francke se pasaba la mano por la frente.

-Sé qué es prematuro, pero me gustaría que consideres aquí a Pedro y a Anahí para tu equipo técnico. Ellos te pueden ayudar para tu debate.

- Con todo gusto lo podemos conversar. ¿Qué les parece mañana?

- De acuerdo -dijo Francke.

- Por mí, está bien -agregó Durand-.

- ¿Dónde te encontramos? ¿En tu local partidario?

- No, tengo un lugarcito por aquí.

-¿Ah sí? –preguntó Mendoza.

- Sí, en jirón Sarratea, ¿conocen?

II

-Vero, ¿has escuchado los rumores?

Mendoza elevó la mirada hasta detenerla en el rostro de su asistente.

-No -respondió por fin.

-Parece que Castillo va a sacar a Mirtha de la PCM y va a cambiar a todo el gabinete.

-¿Otra vez?

-Sí, estamos jodidos con este gobierno.

-Pero no nos adelantemos. Todavía no sabemos si Pedro y Anahí van a seguir como ministros.

-No sé, Vero, pero, ¿hasta dónde vamos a seguir con Castillo?

-Acuérdate que tenemos una alianza.

-Sí, pero a mí me preocupa que quedemos como cómplices.

-¿Cómplices? ¿No estás exagerando?

- ¿Tú crees? A ver, ¿qué dijimos cuando este gobierno apoyó al transporte informal?

- Nada.

-¿Y qué dijimos cuando pusieron un ministro en contra de la reforma universitaria?

-Lo mismo.

-O sea, nada.

-Sí, nada.

-¿Y cuándo encontraron 20 mil dólares en el baño de Palacio?

-Tampoco. No era el momento.

- ¿Y sobre las reuniones clandestinas en Sarratea? ¿Sobre Karelim López? ¿El caso de Provías?

-Bueno…

-¿Y lo de Pretoperú? ¿Y los ascensos en las FF.AA.?

-Tampoco somos la Fiscalía.

- ¿Y la entrevista donde dice que está aprendiendo a gobernar y que no sabía que Karelim le había hecho la fiesta a su hija?

-Ya basta.

La asistente quedó en silencio. Luego de unos segundos, bajó la cabeza y murmuró unas disculpas.

-Es que tú no entiendes -dijo Mendoza-. Cuando uno es cogobierno tiene que apoyar al presidente.

-¿Y nuestro compromiso con el pueblo?

-¿El pueblo? Ya pareces Castillo.

La asistente dibujó apenas una sonrisa.

-No sé, Vero. Eso suena como a la política de siempre. ¿No se supone que somos una izquierda moderna?

-Claro, ¿acaso ahora no nos reunimos por zoom?

III

La ex candidata presidencial se encontraba en la sala de su residencia. Sus ojos revoloteaban sobre Franke y Durand que se habían sentado juntos, en el sillón de dos cuerpos. Entre ellos y Mendoza solo había una mesita de centro. Sobre ella descansaba una foto enmarcada de Mendoza, joven, sonriendo, con el fondo de la torre Eiffel.

MIRA: Pequeñas f(r)icciones: Salaverry: crónica de una renuncia

-Se acabó -dijo Francke.

Mendoza y Durand intercambiaron miradas.

-Pero, ¿cómo así? -preguntó Mendoza-. ¿Y nuestra alianza?

-No les importa nada -intervino Durand.

-Ya, pero, cuéntenme pues.

-Mira, Vero, tú sabes cómo soy -dijo Francke-. Apenas me enteré del plan de Castillo, presenté mi renuncia irrevocable.

-¿Qué plan? ¿Poner a Valer como Premier?

-No, sacarme del ministerio.

Mendoza movió la cabeza a los lados, como negándose a creer lo que estaba escuchando. Durand alzó las cejas y se aclaró la garganta.

-Yo también presenté mi carta de renuncia.

-¿También de forma irrevocable?

-No, pues, tampoco hay que exagerar.

-Pero igual no te ratificaron, ¿no?

Durand hizo un puchero y negó con la cabeza.

-Ya no queda otro camino- intervino Francke, mirando a Mendoza-. Vas a tener que anunciar que la alianza se terminó.

Mendoza se levantó y empezó a dar pasos por la sala. Parecía que su mirada no se dirigía hacia ningún lado, ni siquiera pestañeaba. Francke miró a Durand y esta le devolvió la vista, intrigada.

-Van a decir que estoy tomando distancia solo porque a ustedes los sacaron -dijo Mendoza-. O sea, que solo nos interesaban los cargos.

-Pero hay que aprovechar que Valer es un impresentable -dijo Francke-. Hay que decir que nos fuimos porque no podíamos seguir con un Premier de esa calaña.

IV

Mendoza apretó los puños, respiró profundo y abrió más los ojos.

-¿Lista? -le preguntó su asistenta.

-Sí -respondió, sin perder la postura, la actitud.

La asistenta volvió a cerciorase que la cámara hacía el foco correcto. Luego presionó “rec”, alzó su mano y, en seguida, la bajó de golpe: dándole la señal para que empiece a hablar.

“Estoy indignada. No podemos seguir avanzando con un gobierno donde impera la precariedad institucional, el oportunismo y…y…¿y qué era?”, preguntó Mendoza, ya fuera de personaje.

-Sectarismo -dijo la asistente, revisando el texto impreso que tenía en la mano-.Acuérdate: precariedad institucional, oportunismo y sectarismo.

-Eso. Sectarismo.

-¿Todo bien? -preguntó, poniendo pausa a la grabación.

-¿No crees que sería mejor que mande un tuit nomás?

-No, Vero. Nada mejor que un pronunciamiento en video. Además, tú has hecho esto antes.

-¿Bajarme del barco que se hunde?

-No, pues. Yo me refiero a hablar frente a una cámara.

-Sí, lo sé. Solo que no estoy de humor.

La asistente la miró, la contempló.

-Mira, Vero, no te preocupes. Voy a poner el texto en un tuit y te lo muestro antes de lanzarlo.

-Sí, mejor.

-Estás muy preocupada, ¿no?

-Sí.

-Te entiendo. El país se está yendo a pique.

-Y nosotros también.

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