Invitado a la Feria Internacional del Libro de Lima, el reconocido semiólogo y politólogo Tiago Thrafa acaba de presentar su obra más reciente: “Castillo, ¿cómo entender sus ideas y, sobre todo, cómo olvidarse de ellas?”. En el libro, y contra todo pronóstico, Thrafa no se regodea en los entresijos de la historia del pollo cuántico que, como el propio Castillo, está, al mismo tiempo, vivo y muerto. Thrafa, por el contrario, se concentra en las frases que Castillo regaló a la posteridad durante su mandato, su Gobierno, o como se llame eso que viene haciendo en Palacio de Gobierno, desde hace 365 días.
A continuación, con el permiso del autor, reproducimos fragmentos de su libro:
“Daremos un plazo de 72 horas a extranjeros ilegales para dejar el país, los que han venido a delinquir”.
Castillo logra, de esta forma, imponer su idea de autoridad en un país donde la inseguridad ciudadana crecía sin control. Tal anuncio fue complementado con una encuesta en la que se le preguntaba a todo extranjero si había venido o no a delinquir. Hasta la fecha, solo uno de ellos, en un arrebato de sinceridad, aceptó que vino a dedicarse a arrebatar sinceramente lo que se le cruce en el camino. El Gobierno se impuso. Ahora está en Miami.
“El Perú no será como Cuba o Venezuela, crecerá con su propia identidad”.
Cansado de que le endilguen ser emisario de Cuba y de Venezuela, el presidente Castillo comunicó –el que tenga entendimiento, que entienda– que ajenos a cualquier comparación, nuestro país seguiría su propia y autóctona ruta hacia el descalabro socioeconómico. Con ello, se despejaba cualquier temor de estar yendo hacia el mismo abismo, imitando la ruta seguida por ambos países. La idea es clara: el Perú se jode por su cuenta.
“Yo no le estoy diciendo que le voy a dar el mar para Bolivia (...) le consultaremos al pueblo”.
Acorralado por un entrevistador que no estuvo a la altura de la majestad presidencial, Castillo declaró, con valentía, que el pueblo peruano sería el que decida si le damos mar a nuestro vecino país de Bolivia. De darse tal decisión, quedaría por consultarle al pueblo sobre cuánto mar se les daría a nuestros hermanos bolivianos: ¿un litro por cabeza? ¿Un bidón? ¿Un tanque? ¿Un par de olas?
El mandatario calificó que la conexión con el “hermano Santiago” era “muy fructífera”.
En uno de sus primeros viajes al exterior, Castillo asistió a la juramentación del nuevo presidente de Chile. Ahí, en medio de diversos representantes de países de la región, nuestro mandatario habló del “hermano Santiago” y sus críticos –siempre al acecho de cualquier error– dijeron que Castillo se había equivocado. Que, en lugar de decir “hermano Chile”, dijo “hermano Santiago”. Creyeron –¡qué vergüenza!– que Castillo sería capaz de confundir una ciudad con un país. Imposible, ¿cuándo Castillo ha sido capaz?
“Para nosotros entendemos de que la pandemia no es solo un problema sanitario. Es un problema histórico, es un problema que ha venido arrastrando porque… porque siempre hemos dicho en reuniones tantos lemas, pero hemos hablado de unidad, hemos hecho grandes discursos y es tiempo de pasar a la acción”.
Castillo comprende que la pandemia no es solo un problema, sino dos o tres, y ese ya es otro problema. Para solucionarlo, el presidente recurre al novedoso método de la reconstrucción discursiva. Este tiene dos pasos: primero, destruir la lógica del idioma, lanzando frases inconexas y, segundo, volver al orden primigenio considerando el objetivo central. Que Castillo siga en el primer paso es, también, otro problema.
“El ciudadano de Tacna tiene los mismos derechos como el ciudadano de Tarata, como el ciudadano de Tarapacá, como el ciudadano de Tacna, Candarave”.
En su condición de profesor, Castillo conoce las limitaciones de la utilidad de la historia. ¿Acaso el puñado de conocimientos que nos queda al salir de la escuela nos ayuda a enfrentarnos a las inclemencias de la inflación? ¿Acaso algún peruano puede ir a una carnicería, indicar quién fue Francisco Bolognesi y, en el acto, exigir un kilo de carne, y bien pesado? Por ello, Castillo no tiene inconveniente en hablar de Tarapacá como si siguiera siendo peruana. Y no es que Castillo desprecie la historia, lo que pretende es que, como nación, de una vez por todas, miremos hacia adelante. Hacia el abismo.
“En el caso de este problema, este conflicto entre Ucrania y Rusia, el pueblo peruano ha sabido entender que lo que teníamos que hacer era vacunarnos”.
¿Otro presidente ha tenido la lucidez de relacionar la guerra entre Ucrania y Rusia con la campaña de vacunación contra el COVID-19? Pero Castillo es dadivoso y le da el crédito al país entero. En tal sentido, señala que el pueblo peruano, empujado por su sabiduría milenaria, empezó a vacunarse apenas se enteró del conflicto. No faltará quien se dé cuenta de que la pandemia empezó antes de que estallara la guerra en cuestión, pero esos son pormenores que no empañan, para nada, la lucidez sanitaria de Castillo.
“Necesitamos que nuestro país, igual que otros países, igual que California, que Los Ángeles, sea un país industrializado”.
Un estadista como Castillo no conoce de límites ni fronteras al momento de planificar el desarrollo económico de su pueblo. Por ello, hacer un distingo entre, por ejemplo, una ciudad y un país, se convierte en tarea ociosa e inútil. Esta reflexión, además, nos enseña que detrás de la parafernalia izquierdista de Castillo, sobrevive la ilusión de la tierra prometida, visa norteamericana mediante. Have a nice day, Peter.
“Hoy que somos Gobierno, seguiremos con nuestra postura defendiendo el medio ambiente. Y lo que decían en Ecuador cuando llegábamos a Loja, yo no quiero un medio ambiente, la quiero completa”.
¿Para qué ver el vaso medio vacío cuando es mejor llevárselo lleno? Esta aversión por la medianía retrata la mentalidad totalitaria que le inculcaron a Castillo de pequeño: Pedrito, nunca dejes las cosas a medias, ni siquiera el medio ambiente. Tal imperativo familiar lo acompañó durante su vida, lo que explica por qué el rechazo a lo no terminado. Por ello, por ejemplo: cuando todos decían que era medio corrupto solo por relacionarse con Cerrón, Castillo mandó a llamar Pacheco.
“Vamos a permitir que Juliaca, a través de las lluvias, se inunde esta gran ciudad”.
Gran privilegio de la ciudad puneña de Juliaca. Castillo convocó a los mejores científicos del Senamhi a Palacio de Gobierno. Sin embargo, ninguno de ellos pudo asistir a la reunión por un inesperado mal tiempo. Pese a ello, Castillo aseguró que la inundación total de Juliaca se realizará de todas maneras. Se trata, desde luego, de una variante de la necesidad de Castillo de no hacer las cosas a medias. Eso sí, la inundación va a demorar considerando el método que se utilizará: el de goteo.
“Nos falta la ley que haga cumplir todas las leyes”.
Reflexión profunda que refleja la naturaleza cartesiana de Castillo. Según la aplastante lógica presidencial, está en las manos del Congreso de la República la promulgación de una ley madre, cuyo primer y único artículo indique que, sin dudas ni murmuraciones, las demás leyes deben cumplirse en su totalidad. Regístrese, comuníquese, publíquese y zúrrese.