El presidente Martín Vizcarra había anunciado en su mensaje a la Nación que plantearía todos estos proyectos de ley para llevar a cabo la reforma del sistema judicial. (Foto: USI)
El presidente Martín Vizcarra había anunciado en su mensaje a la Nación que plantearía todos estos proyectos de ley para llevar a cabo la reforma del sistema judicial. (Foto: USI)

El mensaje, ciertamente audaz, que dio el presidente Vizcarra el 28 de julio le ha dado resultados: en la encuesta de Datum que hoy publicamos en este diario, se muestra un incremento en su aprobación de 10 puntos porcentuales en comparación con el último sondeo realizado. Este es, sin duda, el espaldarazo que la ciudadanía le otorga al mandatario en su intento reformador y de lucha abierta contra la corrupción.

Ahora: empezamos por resaltar la audacia del mensaje presidencial porque la promesa con la que ha logrado convocar a los peruanos y unirlos detrás de una idea común es bastante radical. Vizcarra ha planteado convocar a un referéndum y someter varios elementos de la propia estructura constitucional del Estado a la consulta de las mayorías. La propuesta, sin embargo, podría terminar siendo una espada de Damocles. Dependerá de su consistencia.

El Poder Ejecutivo no tiene la potestad constitucional autónoma de someter reforma alguna a consulta popular. Para hacerlo, debe presentar una iniciativa legislativa al Congreso y este debe aprobarla. O, en su defecto, debe el presidente pedir firmas como un ciudadano más para poder satisfacer la demanda que la propia Constitución impone. Vizcarra se ha comprometido a lograr un objetivo que no depende enteramente de él.

Esto no significa que el presidente haya hecho mal o que no haya debido asumir el reto. Significa que el presidente ha hecho suyo el control de la palanca política que le dará ritmo al país por los próximos meses y que su pericia como estadista quedará puesta en evidencia una vez que conozcamos los resultados de su compromiso: si Vizcarra logra lo que se ha planteado, habrá dado un paso político inmenso; si falla, la historia le pasará una factura altísima, y el pueblo también.

Queda claro que la reacción favorable de la ciudadanía frente a lo dicho por el presidente habla de una angustia reprimida y de un deseo enraizado por tomar al toro por las astas y dar un giro en el timón del que parece ser un prolongado vuelo en piloto automático. El presidente Vizcarra tiene ahora viento en popa y a la calle consigo. La pelota está en su cancha y el terreno parece propicio. De él y de su gabinete dependerá lograr un cambio. Y ojalá lo logre.

Su éxito sería el de todos los peruanos.