Castillo en el aire. (Julio Reaño / @photo.gec)
Castillo en el aire. (Julio Reaño / @photo.gec)

El inconstitucional decreto dictado por Pedro Castillo en la medianoche del lunes, al filo del 5 abril, ya de por sí una infausta fecha para la democracia peruana, colmó la paciencia de la ciudadanía que ayer salió a las calles a protestar haciendo caso omiso de las restricciones impuestas por el Ejecutivo.

Las voces de la gente en una de las marchas hacia la Plaza a San Martín y el Congreso, ensordecidas a ratos por el ruidoso golpeteo de los cacerolazos, transmitían un único mensaje contra el ensombrerado inquilino de Palacio: incapacidad total para gobernar y tomar decisiones en los momentos críticos en los que vive el país.

La ciudadanía se hartó de 8 meses de desgobierno, de inacción frente a los múltiples conflictos sociales y la violencia de sus manifestaciones, de un presidente y un gabinete que le da la espalda a la empresa privada y ha renunciado a atraer inversiones, de una política de Estado que solo alienta las confrontaciones y promueve la división entre los peruanos.

Castillo es tan incapaz que ni siquiera puede nombrar al nuevo ministro de Salud, pese a que Hernán Condori fue censurado por el Congreso hace casi una semana. Y, como bien saben las muchedumbres que ayer salieron a expresar su indignación a las calles–atreviéndose incluso a desafiar el absurdo toque de queda que decretó e, insólitamente, esa misma tarde levantó el gobierno, pues nadie ignora que el principio de autoridad es un concepto ajeno a este mandatario– si en estos días si él volviera a cambiar a los ministros más cuestionados, nombraría a otra caterva de sujetos sin preparación alguna o seguramente prontuariados por delitos ligados a la corrupción, la estafa o a la violencia familiar, tal cual señalan los antecedentes de cada designación de alto rango en el Estado desde que tomó posesión de la presidencia de la República.

Pero el mandatario no es el único incompetente. Igual o peor aún es su actual equipo de ministros y asesores ‘a la sombra’, por no mencionar a parientes o paisanos en quienes depositó su confianza y hoy son prófugos de la justicia. Este circo, trágico para el país, debe terminar de una vez por todas.