(Foto: Presidencia)
(Foto: Presidencia)

Pedro Castillo apuesta sus balas y su energía en defenderse colocándose en una ofensiva muy peligrosa. Es cierto que cada vez se encuentra más acorralado por las investigaciones fiscales y por las prisiones que amenazan la libertad de su entorno familiar.

Sin embargo, en su afán de sobrevivir, combina bien la victimización con las fisuras estructurales de nuestra sociedad fracturada por las diferencias sociales, raciales y económicas, apropiándose de ese discurso vengador, y de reivindicación de los hombres del campo. No solo apunta a agudizar la polarización de clase, sino a algo mucho más dañino, con consecuencias impredecibles.

Pedro Castillo busca defenderse soliviantando a aquellos por los que corre hambre de venganza histórica. Castillo, el sindicalista de Chota, ha olfateado bien el perfil de un porcentaje importante de la población que se ha sentido sometida, burlada, postergada, porque nadie les dio la oportunidad.

Muchos pueden tener dudas o percibir que tiene características de un político tradicional corrupto, pero lo ven como a uno que no representa a los blancos y poderosos, sino a los campesinos oprimidos que son discriminados porque no hablan igual.

Como sostuve en Punto final, es muy ruin mal utilizar el verdadero problema social del Perú, como escudo, como excusa, con el único afán de desviar la atención de los indicios fiscales que señalan al presidente Pedro Castillo y sus allegados envueltos en actos presuntamente delictivos, pero puede serle de utilidad, si sigue tejiendo con punto cruz, y atando los nudos de lo que nos divide y enfrenta, para conseguir respaldo popular a cambio del selectivo reparto de los privilegios que solo le da el poder que hoy ostenta.

La única finalidad parece ser construir milicias políticas de protección y provocar caos en el país para salvarse. Eso ya resulta criminal.