(Foto: Difusión)
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Como Perú21 había anticipado, el Gobierno continúa empecinado en intervenir en el mercado y las actividades de las empresas privadas a punta de decretos supremos. El daño que le infligirá a la economía y a las inversiones en el país será enorme.

El domingo se publicó el DS 014-2022-TR, que empodera a los sindicatos y que, entre otros aspectos negativos para el sector privado –que es el que genera empleo y desarrollo en el Perú–, terminará alentando la masificación de las huelgas y sus consiguientes desórdenes callejeros.

Las medidas de fuerza se autorizarán ahora de manera automática si es que el MTPE no se pronuncia en tres días y no requerirán de una negociación colectiva previa. Y, paralelamente, las empresas estarán impedidas de reemplazar al personal que se hubiera comprometido con el paro dejando de asistir a su centro de labores.

Esto en buena cuenta significa que, a la diseminación de huelgas, le seguirán empresas cerradas y miles de puestos de trabajo perdidos, familias enteras en la calle y otra vez los semáforos se poblarán de obreros desempleados pidiendo limosna y apoyo para su protesta, como en la década de los ochentas.

¿Quién está detrás de todo esto? ¿Solo Castillo y su desfasado sindicalismo? ¿O es parte de una alianza con el radicalismo senderista del Movadef, que busca destrozar al Perú? De hecho, esta disposición regresiva es perfectamente coherente con un derrotero gubernamental cuyo único objetivo parece ser el de sabotear el crecimiento económico y la disminución de la pobreza que se logró en las últimas décadas.

No contento con infestar la administración pública de personal incompetente y a menudo prontuariado, favoreciendo así la corrupción de funcionarios en una escala nunca antes vista en tan corto tiempo de gobierno, Pedro Castillo sigue adelante en su cruzada contra el Perú, esta vez con el motor de nuestra economía en el punto de mira.

Otra razón, ya insoslayable, para que este personaje deje de una vez por todas el sillón de Pizarro. Esperemos que los señores del Congreso se den cuenta de que, si no se ponen de acuerdo al menos para evitar el descalabro de la economía nacional, nuestra democracia no tardará en seguirle los pasos.