Gabinete impresentable. (Foto: PCM)
Gabinete impresentable. (Foto: PCM)

El gabinete presidido por Aníbal Torres se presenta hoy ante el Congreso para solicitar el voto de confianza y, a diferencia de otras oportunidades, incluso con gobiernos anteriores que venían de bajada, la incertidumbre sobre si la obtendrá o no es enorme.

Los cuestionamientos no se han desvanecido por el solo hecho de sacar del MTC a Silva. Como ya se ha escrito aquí mismo, su relevo por Bustamante ha sido más de lo mismo, cambiar “mocos por babas”, pues este funcionario, además de no tener experiencia para el cargo, era el secretario general de Silva en dicho ministerio. Es decir, se hizo de la vista gorda –si es que no está involucrado también– con todas las licitaciones amañadas que por cientos de millones se entregaron a dedo a empresas chinas y amigas de este gobierno, en contubernio con lobistas y empresarios inescrupulosos.

Pero el MTC no era la única carga que arrastraba este gabinete. La permanencia del ministro de Salud, Hernán Condori, es una afrenta al país y a los miles de médicos que merecerían estar en su lugar. Otros integrantes de este equipo que no dan la talla por no ser idóneos o por sus antecedentes son los de Justicia (Ángel Ydelfonso), Defensa (José Gavidia) y Energía y Minas (Carlos Palacios).

A esta lista de cambiables podría entrar también Betsy Chávez, del Ministerio de Trabajo, quien con sus últimas propuestas sobre empleo y pensiones pareciera desconocer la realidad del país.

Con este ese variopinto y calamitoso conjunto ministerial, las bancadas en el Congreso se muestran ahora más reticentes que con aquellos que lo precedieron. Y cómo no: si los cuatro gabinetes que se han sucedido en apenas siete meses de gobierno ya venían integrados por no pocos indeseables, la evidencia indica que el de Aníbal Torres tiene todavía peores prospectos en carteras esenciales para el país.

Ayer APP anunció que votará en contra de darle la confianza, por lo que el oficialismo se aferrará ahora seguramente a Acción Popular, donde tiene a un grupo de amigos obedientes (Los Niños), como les llamó el propio Castillo, según la versión de Karelim López. El pronóstico es, pues, por decir lo menos, reservado.