Pancartas aparecen en puentes y calles. (Facebook: Con mis hijos no te metas-OFICIAL)
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Más que un debate, la llamada ideología de género ha generado una pelea feroz entre los ciudadanos. Los religiosos, los fanáticos de una moral que no todos comparten han hecho cuestión de Estado por el espinoso tema.

Hostigaron a dos ministros con marchas, vigilias y todo lo demás. Llegaron al extremo de afirmar que con este concepto se promovía la homosexualidad, como si eso se pudiera y no fuera una elección individual. Amén de negar una realidad histórica: los homosexuales existen desde que el mundo es mundo. En respuesta, los radicales hicieron de la “ideología de género” una bandera irreductible, sin pedir precisiones puntuales a los erizados conservadores. No muestran ese vigor frente al descuido del Estado en emprender una campaña contra la violencia sexual, un flagelo aquí y en el mundo entero lamentablemente. El asunto se aprovechó más para ganar espacio político. Aunque no se puede negar que algunas de las expresiones de los conservadores incitan a la violencia.

Desafortunadamente, quienes tenían el rol directivo no supieron explicar bien esta sencilla realidad: hombres y mujeres no somos iguales, obvio, pero tenemos igualdad de derechos. Es obligatorio respetarnos en el colegio, en la vida diaria. Más aún entre los niños y escolares. Si alguien quiere que el Estado predique el linchamiento de los gays o que se acepte que las mujeres nacieron para ser sumisas, para no gozar de su sexualidad, para lavar y trapear, pues se equivocó de país. Una sociedad democrática no lo permite. Esperemos que el flamante ministro de Educación sepa salir de la trampa de la ideología de género y explique que el Estado no crea la identidad sexual de los niños y niñas. Si tiene que prescindir de la tan mentada frase, pues en buena hora.

El sectarismo que generó este concepto tiene su correlato en la absurda protesta contra el ministro de Educación por decirle a una ex ministra, luego de alabarla profesionalmente, que, “además, es muy hermosa”. Acusarlo de machismo, manifestar incomodidad por tales inocuas expresiones es mala fe o cálculo político para socavar la imagen del recién entrante a tan espinoso cargo. El drama es que nos pasamos discutiendo sobre ello días de días cuando el machismo está en la Policía, entre los maestros acosadores y entre tantos otros.

Otra pavada, esta vez periodística, es la información de un semanario local donde se consigna que la suscrita recibió dinero del ex presidente regional de Áncash. Lo desmentí y lo desmiento tajantemente. Nunca he recibido un mango, ni billetín ni billetón, por mi trabajo periodístico, salvo de mi empleador y con factura. Insinuar lo contrario, después de haberlo refutado, es propio del periodismo de baja estofa. Desafortunadamente, los enanos morales abundan.

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