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Redacción PERÚ21

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Carlos Basombrío,Opina.21Disfruto desde muy joven el placer de la buena literatura, pero sin temor al cliché, siempre he pensado que García Márquez ocupa un lugar central en esa experiencia. La primera vez que leí Cien años de soledad fue hacia 1970, en aquella famosa primera edición de Editorial Sudamericana tomada de la amplia y culta biblioteca de mi padre.

Me deslumbré por primera vez. "Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo".

Disfruté luego de casi todas sus novelas y cuentos, pero fue para mí El amor en los tiempos del cólera, la otra gran columna de su obra. (Admito que me gustó incluso más que Cien años de soledad). Su final me parece cumbre. Ya muy ancianos Florentino Ariza y Fermina Daza, solos, navegando en un vapor por el río habían logrado consumar su apasionado amor de adolescencia. Ya llegando a su destino final, donde podría acabarse el ensueño, Florentino le ordena al capitán que dé vuelta en redondo y vaya de nuevo río arriba.

"-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -le preguntó.

Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.

-Toda la vida -dijo".

Dicen que Marco Martos, alguien que sí sabe de literatura, ha dicho que después de Cervantes, García Márquez, y después de El Quijote, Cien años de soledad.

Más que toda la vida, Gabo, la eternidad.