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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Con gran entusiasmo este gobierno anunció y se abocó al destrabe de importantes proyectos de inversión, especialmente en infraestructura. Con ello se lograría darle dinamismo a la economía y generar un ambiente de confianza que animase a más inversiones.

Después de intentarlo heroicamente por 8 meses, el ministro de Economía y Finanzas reconoció la dificultad de destrabar proyectos por 18 mil millones de dólares.

Los obstáculos que afrontan los proyectos son diversos, pero están muy relacionados con un Estado que ha crecido y reducido su eficiencia: personal poco calificado en muchas instancias de gobierno, especial (pero no exclusivamente) a nivel regional y local; normas contraproducentes que, al intentar frenar la corrupción, crean filtros y trámites adicionales que se convierten, cada uno, en una oportunidad más de corrupción; terror de funcionarios honestos a ser perseguidos por sus decisiones; complicaciones creadas por funcionarios poco honestos, para ver si "algo cae"; intereses privados que bloquean proyectos que pueden afectar sus propias ganancias y que se expresan incluso a través del Congreso… entre muchos otros.

El Estado es como una niña de pelo largo y delgado que se ha pegados seis chicles en la cabeza. Hemos estado intentando despegar cuidadosamente cada chicle, pidiendo refuerzos y dando instrucciones que deberían animarlos; aplicando hielo, reacondicionador, y hasta aceite de argán.

Es momento de usar las tijeras y precisamente eso hace la ley aprobada el martes en el Congreso: hace posible un nuevo estilo de gobierno, eficiente y dinámico.