(Getty/Referencial)
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Absurdamente se intenta confrontar a la minería y la agricultura, cuando ambas actividades no solo pueden coexistir, sino que pueden apoyarse. En un principio, las divisas generadas en la actividad minera proporcionaron los recursos para importar bienes de capital e incorporar tecnología de punta al agro, aumentando su productividad, competitividad y salarios.

Nuestra agricultura no es extensiva, se concentra en nichos de precios altos y calidad. Ha generado miles de empleos formales y es el segundo sector exportador y con todo el valor agregado y diversificación que tanto se reclama. Con toda la evidencia, el Gobierno sigue demorando sacar el DU que permitiría continuar el crecimiento de un sector que emplea mujeres, eleva productividad de personal poco capacitado y que le permite a un campesino salir de la pobreza.

Ante la incuestionable evidencia, ¿por qué demora el Gobierno para hacer algo tan simple? Y, si demora en algo elemental, ¿cómo esperar la reactivación de Chavimochic o Majes Siguas, proyectos que podrían absorber la oferta de trabajo de jóvenes que todos los años salen a buscar un empleo, sin esperanzas? Estamos ocupados en otras cosas:

“No me gustan los chismes, pero me entretienen horrores” es el resumen de los “grandes debates” del país: da más rating la “autoentrevista”; mostrar a Pérez declarando contra el TC, o allanando nuevamente Confiep, que hacer análisis serios en la ley.

De la agroexportación, Perú está migrando a país de leñadores. Experto en hacer leña del árbol caído. En uno donde la anemia es elevada, en parte por la contaminación en el hogar. Es imprescindible dejar de usar carbón, leña y bosta. Este último es lo que más parece estar sosteniendo nuestro devenir, no sé si solo es metafórico.

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