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Redacción PERÚ21

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Sandro Venturo Schultz,Sumas y restasSociólogo y comunicador

Pienso en el Zapatón, mi compañero del colegio, que se fue a Chile para criar a su familia. Pienso en mi primo Alex que regresó de allá con esos lindos sobrinos que saltan a alrededor nuestro. Pienso, con vergüenza, en el apanado que le dimos a un chiquito que recién había llegado a Lince, nuestro objetivo era meterle tantos quiñes como cartuchos quemados en Arica. Niños escolarizados, niños necios. Pienso en el bisabuelo Diego Ferré que estuvo al lado de Grau cuando obró con inmensa generosidad ante sus enemigos.

Pienso en la tarde que vimos un Perú- Chile en la casa del Dino, cerca de la emblemática Plaza Italia, en el corazón de Santiago, con otros amigos del barrio latinoamericano. Yo preparaba una fuente de cebiche mientras él batía el pisco sour. No recuerdo quién ganó pero sí que nos burlábamos de nuestros reflejos chauvinistas.

Pienso en las largas sesiones de Pink Floyd, Víctor Jara, Frágil, Congreso e Inti Illimani, cuando con Eriko encaletábamos los elepés de sus hermanos mayores para escucharlos clandestinamente, sintiéndonos más rebeldes e interesantes a fines de nuestra eufórica secundaria. Pienso en la pista que nos regaló el Museo de la Memoria para concebir nuestra exposición "terremoto" el año pasado. Pienso en el inigualable libro del poeta Diego Maquieira, "Los Sea Harrier". Pienso en la coqueta librería Metales Pesados y la sincera admiración que tienen los vecinos por nuestros poetas. Y en el semanario The Clinic y su humor filudo. Y en el maestro Agüero y los cien niños esperando un tren. Pienso en el bar Liguria.

Pienso en el concierto que organizamos contra la corrupción a estadio lleno en Miraflores, cuando Jorge González nos regaló las canciones de Los Prisioneros a pocos metros de distancia. Pienso en Rodrigo y espero que este año salga el proyecto de gestión de controversias que venimos persiguiendo desde que lo conocimos hace un par de años. Daniela dice que a la tercera va la vencida. Pienso en la campaña del NO que se tumbó a Pinochet, transformando el martirio en esperanza y la denuncia, en alegría. Pienso en los locos que me comí hasta la indigestión en Valparaíso.

Pienso en el Torrealba, que edita todos nuestros audiovisuales flotando en una calma que debe venir del carmenere o del frío de Punta Arenas. Pienso en las emociones de estos días y celebro que nuestros hijos no tengan ese instinto territorial. Pienso en el Wawin y esa expresión tan bonita que tiene cuando me dice "hola, mi pata" y no puedo escapar a la doble connotación de su saludo. Así es, todos somos patas.