Martín Vizcarra (PikoTamashiro/GEC)<
Martín Vizcarra (PikoTamashiro/GEC)<

La presencia de los gobernadores regionales durante el discurso del jueves trajo una nueva dimensión a un escenario complejo e impredecible. El mensaje que dejó Vizcarra fue bastante poderoso: “El país me respalda”. En contraste, el Congreso se ve solo y desencajado, lo que pone al presidente y a sus ministros en una posición más cómoda y empoderada, donde no se encontraban semanas atrás, luego de ir cayendo sistemáticamente en las encuestas.

La cuestión de confianza tiene que ser entendida desde su dimensión política, que ha sido delineada por el mismísimo Congreso. Con sus blindajes y desaciertos, el fujimorismo y aprismo radicalizaron posiciones entre los ciudadanos, alimentando el rechazo al Legislativo, prácticamente obligando a Vizcarra a enfrentarlo abiertamente. Era eso o quedar como un monigote ante un parlamento que durante demasiado tiempo ha bloqueado al Gobierno, legislando para sus intereses y blindando a sus delincuentes. ¿Esperaban que el presidente se quede de brazos cruzados frente a tanta mugre? ¿Que no haga nada ante el reclamo ciudadano?

La audacia de Vizcarra, aunque arriesgada, es constitucional, así que ahora depende del Congreso definir su futuro y el de las reformas. La cuestión de confianza gira en torno a la inmunidad, elecciones internas, voto preferencial, paridad y alternancia, y prohibir dinero sucio en campañas. Todo bastante razonable. Si no aprueban las reformas, Vizcarra tiene la opción de disolver el Congreso, lo que, por cierto, no tendría ningún atisbo de golpe de Estado, sino que respondería a la literal aplicación de la Constitución vigente.

La duda es si el Gobierno, sin base popular ni partido leal, tiene la fortaleza para navegar esa tormenta. Mi impresión es que lo que tiene aún no es suficiente.

TAGS RELACIONADOS