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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana AmericanaLos últimos tres viernes dediqué columnas a comentar –arriesgando generalizaciones– los rasgos más sobresalientes de las juventudes políticas de izquierda ('Caviar Kids'), aprista ('Ser aprista hoy es difícil') y de derecha ('Los jóvenes tercos'). Aquí un esfuerzo de síntesis.

Las nuevas generaciones, llamadas a renovar la política, se socializan y 'profesionalizan' en un contexto definido por la perpetuación de la desinstitucionalización política; en una 'democracia sin partidos', ya no como excepción, sino como norma y costumbre. Crecen en un ambiente de representación mediocre (por ejemplo, el Congreso), donde las redes sociales virtuales frivolizan el debate intelectual (prima el meme sobre la propuesta). Las universidades están en debacle y las ONG o think-tanks se enajenan del mundo político. Tales condiciones socavan el futuro de los jóvenes políticos, quienes anticipadamente alcanzan su techo.

Los caviar kids carecen de habilidades para la articulación política frente a reclamos movilizables como el de los 'independientes' (lo más cerca a un movimiento social en Perú, el LGTB, es plural). Los de la JAP, demasiado mareados por giros programáticos, se han convertido en 'perros del hortelano ideológicos' (a veces se creen de izquierda, otras de derecha, pero siempre critican a ambas bandas). Y, como sugirió un amigo, dudo que un fujimorista junior pueda citar correctamente a Locke. Mientras en países vecinos –Chile y Colombia– representantes veinteañeros pelean reformas educativas y pacificación, respectivamente, en el Perú, a lo sumo, treintones se reúnen con viejas glorias (fracasadas y/o corruptas) en cafés para tuitear hashtags contra Humala. Es decir, no espero una mejor clase política en el futuro. El siguiente, por favor…