(GEC)
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Los peruanos estamos, como se dice, hasta la coronilla de una clase política infestada de personajes de dudosa honorabilidad, muchos de ellos con coloreados prontuarios judiciales o antecedentes de conductas ímprobas que terminan saliendo a flote luego de haber asumido los cargos a los que postularon, convertidos ya en figuras públicas.

Nos quejamos de la calidad humana e intelectual de un contingente parlamentario que, elección tras elección, se ha ido degradando por obra y gracia de representantes privados ya no solo de la experiencia, formación académica o capacidad de discernimiento que exigen sus funciones, sino de toda clase de principios éticos, y más bien subordinados únicamente a los intereses particulares de las organizaciones que los catapultaron hacia sus curules.

Hasta la saciedad se ha dicho que el panorama de la política peruana, con las obvias excepciones que permite toda generalización, es tan desolador que, a estas alturas, el optimismo solo puede ser un mal chiste. Responsabilidad de los propios electores, sí, que votan por autoridades sin detenerse a analizar sus posibilidades, virtudes o carencias, pero sobre todo de los partidos o esos conglomerados que se hacen pasar por tales, que elaboran sus listas de candidatos sin verificar su historial o investigar mínimamente su pasado. Y ni siquiera lo hacen ahora que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) ha puesto a su disposición la llamada Ventanilla Única, una plataforma en la que se puede averiguar si los candidatos tienen sentencias, deudas tributarias, obligaciones alimentarias o cualquier información relevante que permita conocerlos mejor.

Hasta ahora, el empleo de esta herramienta es mínimo en relación a la cantidad de postulantes inscritos por las 24 tiendas políticas en liza, según registra el propio JNE. Alarmante, si se considera la proliferación de improvisados –a menudo delincuentes que ven en estas candidaturas una manera de escapar de la justicia, como tantas veces ha sucedido– y la ausencia de partidos orgánicos en el país: que estas consultas no sean intensivas nos permite prefigurar –ay, mamita– lo que nos traerán los comicios de abril próximo.

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