(Perú21)
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La reforma electoral, otra vez, se pone en agenda. Nuestra débil democracia no puede soportar más –ya lo hizo bastante– el poder del dinero en la política. Con la aceptación de la “democracia interna”, conseguida a medias por la militancia de los partidos, se avanzó en la conformación de quiénes integraban las listas de candidatos. Con el voto preferencial se buscó disminuir el poder de las cúpulas al definir los primeros puestos en las listas.

Sin embargo, permanece el atributo de la cúpula para “invitar” a quienes no son militantes para que postulen como candidatos. La ley señala que hasta 25% de las listas pueden ser integradas por los invitados. La práctica muestra que, en algunos partidos, los “candidatos invitados” llegan a constituir cerca del 80% de los elegidos. Ya ven, es difícil alejar el dinero de la política.

2. Somos un país que cuenta con una veintena de partidos políticos legalmente inscritos, muchos cuyos nombres apenas se conocen. El local lo “inauguran” en época electoral. La explicación de esta anomalía se explica porque no pocos de los llamados partidos resguardan su legalidad como una casa desocupada que, conforme pasa el tiempo, se ha deteriorado pero el terreno es lo que verdaderamente vale; es decir, mantienen “la inscripción”, y eso vale mucho. Es un valor presente, superior varias veces mayor al de origen. El propietario o el que funge serlo mantiene un perfil reservado, es alguien que con triquiñuelas supo conservarlo en la legalidad como un bien inmueble en una zona muy cotizada. Y se acostumbró a vivir de esa renta.

3. Los partidos “realmente existentes”, aunque magullados, se cuentan con los dedos de una mano. Se diferencian de los otros, pero no muestran disgusto con la situación. Sí, temen la competencia de algún nuevo vecino. Más aún, cuando se trata de jóvenes, hombre o mujer, que llaman la atención y generan expectativas.

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