Periodista de Fox Sports se rinde ante la mejora de la selección peruana. (Foto: EFE)
Periodista de Fox Sports se rinde ante la mejora de la selección peruana. (Foto: EFE)

Perú no es ni ha sido, precisamente, una potencia deportiva en ningún ámbito, salvo el del vóley femenino, que de tanto en tanto se las arregla para regalarnos brotes de alegría y orgullo en torneos de mediano y gran calado. Pero el fútbol, más que deporte, es un épico lugar común llamado pasión de multitudes.

Dejando de lado leyendas aurorales difíciles de evaluar comparativamente, tuvimos sí, entre 1970 y 1985, una gran generación de talentos que –aún con sus pavorosas desinfladas– dio pábulo a que justificadamente nos sintiésemos miembros supernumerarios de la élite futbolística internacional. Chumpitaz, Challe, Mifflin, Uribe, Meléndez, Cueto, Perico Léon, Cubillas, Sotil, Velázquez, por mencionar a los más grandes, son figuras mitológicas cuya magia todavía se vislumbra en borrosos videos de YouTube. Pero de ellos en adelante nos tocó un páramo que ni raras avis como Pizarro, Chorrillano Palacios, Chemo o Jayo lograban disimular, pese a que la hinchada y la prensa deportiva continuaban exigiendo resultados imposibles a selecciones nacionales que naufragaban, una y otra vez, sin permitirnos divisar tierra ni siquiera como espejismo.

La llegada Ricardo Gareca en el 2015 coincidió, en cambio, con una generación de futbolistas que sí ofrecía material humano que, potenciado adecuadamente, pudo estar a la altura de la alta competencia. Probando gente y alternando sistemas –bajo el liderazgo, en cancha, de un crack que superaba la treintena como Paolo Guerrero y el retorno de otro, que para entonces estaba ya casi retirado, como Jefferson Farfán– superamos la eliminatoria y jugamos el Mundial de Rusia.

Para esta Copa América el DT no cambió su filosofía, pero los amistosos que la precedieron no dejaron buenas noticias para Perú: Paolo y Jefferson jugaron poco o nada por sobrecargas y lesiones, y a jóvenes emblemas de la era Gareca como Edison Flores, André Carrillo, Christian Cueva se les vio en pésimo estado de forma. Así que con la excepción de Cueva –la selección no tiene, ni de lejos, un jugador con posibilidades de reemplazarlo– el argentino no dudó en mandarlos a la banca cuando empezó el torneo.

Sin embargo, al correr de los partidos y luego del desastre con Brasil –como es costumbre apareció la turba linchadora exigiendo cadalso para entrenador y emblemáticos– este trío, fundamental para el equipo, se fue recuperando. Y con Chile, sumándole la solidez de Gallese y Zambrano en la defensa, volvieron a ser el eje del buen juego peruano, liderados por el monstruo de siempre, Paolo Guerrero: otra vez estábamos enteros, había equipo.

Tenemos razones, entonces, para ser moderadamente optimistas, por lo menos en cuanto a juego. Pase lo que pase mañana, puede estar tranquilo este equipo, que por el solo hecho de haber superado toda expectativa, ya el Perú futbolero le debe la máxima gratitud.

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