Martín Vizcarra
Martín Vizcarra

El presidente Martín Vizcarra dedicó una sección importante de su mensaje a la nación a la violencia de la que son víctimas las mujeres. Al hacerlo, pronunció esa palabra que a algunos tanto incomoda, pero que otros muchos le reclamamos: género.

Con este acto Vizcarra cumplía con una petición que era mucho más que un requerimiento anecdótico. Las palabras revelan y construyen la realidad. Cuando Vizcarra finalmente habla de violencia de género, le hace ver al país que las mujeres mueren por eso, por ser mujeres. Que quien te prende fuego o te masacra golpes lo hace con la seguridad de que tú vales lo que él le parezca. Que tú, y tu vida, dependen de él. Vizcarra apunta directo al problema, y nos obliga a verlo.

Se ha celebrado mucho la atención del mandatario a los crímenes de los que son víctimas las mujeres. Y es para celebrar. Pero no por ello tenemos que olvidar que la palabra género tiene otra acepción, una que no apareció durante el mensaje: aquella que alude a la identidad y a la orientación sexual.

Vizcarra fue en el mensaje tan lejos como la sociedad le deja ir, es cierto. Pero, lamentablemente, las palabras tienen un impacto independiente de la intención con las que son pronunciadas. Y cuando el presidente deja de mencionar a la población LGTBIQ, termina reforzando a otros grupos que sí quieren pretender que los homosexuales no tienen espacio en la sociedad.

Esta idea no es nueva. Los académicos – que vienen estudiando hace décadas la manera en la que la población LGTBIQ existe en el imaginario popular – han encontrado que muchas veces los cuerpos no heterosexuales son entendidos como cuerpos enfermos, que como tales valen menos. Esta idea, si bien se exacerbó con la epidemia del Sida, en realidad existía desde antes.

Un concepto que nos ayuda a entender este fenómeno es la ‘necropolítica’. La política de los muertos. Existen grupos de individuos considerados por quienes tienen el poder como destinados a morir. Esto les permite apelar a un enemigo o emergencia ficcional para justificar decisiones que, en esta narrativa, protegen a quienes sí merecen seguir viviendo. Aunque puede sonar muy teórico, la ‘necropolítica’ nos permite entender mejor fenómenos que suceden en el día a día.

En nuestro país, encontramos un ejemplo reciente de esta concepción en las redes sociales del movimiento Con Mis Hijos No te Metas. Entre los comentarios de distintos usuarios, vemos ideas del tipo: ellos “necesitan ser curados”; a ellos “les da Sida”; “la Palabra dice que tenemos que matarlos como animales”. Y esta muerte, además, será eterna, pues “no heredarán el Reino de Dios”.

Vizcarra en su discurso fue lejos, sí. Le dio espacio a una población que se ha venido haciendo lugar. Necesitamos que la lucha por exponer la violencia de género continúe, y que se recuerde que las víctimas no somos solo las mujeres. Necesitamos que el próximo 28 de julio, el presidente nombre a la población LGTBIQ, y que al hacerlo reconozca su existencia, y señale que están vivos.