(Foto: EFE)
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Las protestas que se viven en Chile, que empezaron como un reclamo por el alza del pasaje del metro, se terminaron convirtiendo en una manifestación generalizada del rechazo de un grupo importante de ciudadanos a un sistema que es financiado directamente por sus bolsillos, pero que no brinda suficientes oportunidades para prosperar.

Lamentablemente, la difícil coyuntura del país sureño pretende ser utilizada como “ejemplo” por algunos personajes políticos peruanos, como Verónika Mendoza, para proponer de forma inexacta y sugestiva que, al igual que en Chile, se “necesita” una nueva Constitución. De este pobre razonamiento surge una interrogante: ¿la realidad peruana es la misma que la chilena?

Si bien las reformas estructurales que se aplicaron en Chile para desarrollar una economía de libre mercado sirvieron como referencia al Perú, como explicó Carlos Meléndez en su columna, asumir que por ello tenemos realidades muy parecidas es un disparate. Por ejemplo, mientras el 70% de chilenos es formal, apenas 30% de peruanos se desenvuelve en el marco de la ley. Asimismo, según el WEF, mientras que Chile, en relación al respeto de los “derechos de propiedad”, la “independencia del sistema de justicia” y al “nivel de eficiencia de la carga regulatoria que enfrentan las empresas”, está en los puestos 32, 32 y 48 de 141 países, respectivamente, el Perú se ubica por debajo, en los puestos 121, 105 y 122.

Si bien las realidades chilena y peruana, con sus bondades y defectos, apuntan a la misma dirección –el libre mercado–, en la práctica son diferentes. Sin embargo, apostar por cambiar aquella dirección que permitió sextuplicar el PBI per cápita desde 1980 en ambos casos es una completa irresponsabilidad.

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