“Para atreverse a leer a Joyce”.
“Para atreverse a leer a Joyce”.

Hace dos años, por el centenario de su publicación, varios lectores se animaron a abordar el Ulises, de James Joyce, y muchos renunciaron pronto. Las peripecias de Leopold Bloom durante un día en Dublín no son imposibles de comprender, y aun de disfrutar, pero es cierto que el libro se presenta difícil a primera vista. Aquí compartimos unos pocos datos para apreciarlo mejor. Primero, recordemos que, como obra de arte, esta novela busca conmovernos y fascinarnos, y además divertirnos; no es una estéril adivinanza para académicos. Dado que Joyce explotó al máximo las posibilidades musicales y semánticas de su idioma, no hay traducción aceptable, ni siquiera la francesa, que él mismo supervisó. Es preciso, pues, leer el Ulises en inglés; y la versión española de José María Valverde es una compañía eficiente.

A pesar de las pocas correcciones acertadas que propone, no se debe usar la edición Gabler, pues son cinco mil los cambios injustificados. Tampoco la original de 1922 (reeditada por Oxford) ni la de 1934, por las erratas que contienen. La mejor es la versión corregida de 1961, que hoy se encuentra, por ejemplo, en la Modern Library. La guía de simbolismos que registró Stuart Gilbert es útil, pero no indispensable; más servicial es el exhaustivo Ulysses Annotated, de Don Gifford. Al cabo de algunos capítulos, el lector descubre que también puede prescindir de esta ayuda. Lo cierto es que, como señaló Borges, la grandeza de esta novela no depende de las alusiones homéricas y de otra índole.

Hoy los narradores parecen haberse resignado a un realismo psicológico análogo al del siglo XIX, aunque carecen de los poderes de Stendhal o Tolstói. Por eso el lector actual, habituado a novelas de formas sencillas, encuentra difícil una narración donde las ideas y sensaciones de los personajes irrumpen (discurso directo libre) y reemplazan la voz del narrador omnisciente, o saltan de un tema a otro, con aparente trivialidad. En esto ayuda conocer la teoría de Freud sobre el inconsciente y la asociación de ideas. Finalmente, recomiendo leer el ensayo de Luis Loayza sobre el Ulises, donde sostiene que el tiempo ha hecho más accesible esa obra que una vez resultó escandalosa. Ante su radical experimentación verbal y sus simbolismos, tiende a olvidarse que es una novela muy divertida que asciende a escenas sublimes y dramáticas. Su goce bien vale el esfuerzo que implica leerla.

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Fernando Cillóniz



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