“El rechazo nacional a la candidatura de su líder debería llevar al keiko-fujimorismo puro y duro a tantear otras alternativas”.
“El rechazo nacional a la candidatura de su líder debería llevar al keiko-fujimorismo puro y duro a tantear otras alternativas”.

Puede que a veces oculten turbulencias subterráneas o simplifiquen situaciones complejas, pero, por lo general, los números no mienten. Y menos en casos como este: según la última encuesta nacional de Ipsos, más de dos tercios de la población rechaza la candidatura de Keiko Fujimori.

No son pocos los analistas políticos que habían anticipado largamente el rechazo que la imagen de la lideresa de Fuerza Popular suscita en la población. Ella misma incluso llegó a ironizar sobre quienes decían que no era capaz de ganarle ni a un panetón. Y, sin embargo, todo indica que, parafraseando malamente a nuestro gran poeta César Vallejo: el cadáver ¡ay! seguirá candidateando.

Ni tres derrotas al hilo en las últimas contiendas electorales ni su tumultuoso paso por el penal anexo Santa Mónica —en una investigación cuyo desenlace continúa pendiente— parecen haberla arredrado en sus ímpetus presidencialistas, es difícil pensar que resultados tan adversos como los de estos sondeos de opinión lleguen a plantear siquiera la sombra de una duda en las intenciones de la señora Fujimori.

En ello, ciertamente, no ayuda tampoco el entorno ‘chicheñó’ alrededor de la cabeza visible de la tienda naranja. Han surgido nuevas figuras con estilos propios que podrían entrar en liza, como Hernando Guerra García o Martha Moyano, pero la verticalidad casi militar del partido parece ser absoluta. Todo indica que es la jefa quien tiene y tendrá la última palabra

Recordemos que otro liderazgo alternativo, aunque dentro de la familia tutelar de la organización, era el de Kenji Fujimori, que en su momento llegó a despertar hasta mayores simpatías que su hermana (en las elecciones generales de 2011 llegó a ser el candidato al Congreso que logró mayor votación).

La emergencia promisoria de esa figura, no obstante, pronto se convirtió en una divergencia –“keikismo” versus “albertismo”— que derivó, primero, en la suspensión parlamentaria de Kenji, luego de que la facción keikista le tendiera una trampa, y que hasta podría terminar con el menor de los Fujimori en la cárcel.

El rechazo nacional a la candidatura de su líder debería llevar al keiko-fujimorismo puro y duro a tantear otras alternativas. Encabezar la lista de su partido para el Congreso, por ejemplo, sería lo aconsejable. O guardar esfuerzos para más adelante mientras se trabaja en disminuir el antifujimorismo. Pero como se ha visto, en la política peruana, la lógica suele ser lo de menos.

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