Principios, huevón, principios
Principios, huevón, principios

Dame una buena entrada y yo te doy una buena salida. Una entrada al Mundial, una entrada para tu concierto en el Sachún, prácticas preprofesionales para tu hija, una mejoría para tu mujer, un chifa, un convenio con tu universidad de chifa o un viaje a la China, sin ir más lejos. Distinguidos señores narcotraficantes, asesinos y criminales: sus llamadas podrían ser grabadas. Cuiden su vocabulario. Eviten el uso de lenguaje procaz o podrían ser confundidos con jueces de la Corte Suprema. ¿Nos estamos entendiendo? Por las dudas, aquí les traigo este didáctico glosario. Bienvenidos a la mafia.

El amigo. Cuando hablamos de “el amigo”, nos referimos, pues, a “el hombre”, tú me entiendes. El man. El bravo. El firme. Il capo di tutti capi. El que la lleva. En toda la década del 90, “el amigo” era, obviamente, Montesinos. Como nadie se atreve a invocar su nombre, de los labios de los simples mortales solamente sale “el amigo” porque el hombre es innombrable.

Luz es amiga. Ojo con el artículo. No se equivoquen. No es lo mismo ser “el amigo” que ser “amigo”. Cuando decimos que alguien “es amigo”, queremos decir que está de nuestro lado, que es chévere, que es de los nuestros. Que puedes hablar delante de él con toda confianza. Que nada de lo que digas se sabrá. ¿No es bonito cuando la amistad entra a tallar?

Tu modesto amigo. Cuando yo tenga el poder, te lo refregaré siempre haciendo gala de mi falsa humildad. Cuando sea presidente de la Corte Suprema del Callao, te recalcaré lo importante que soy, tirándome al suelo solamente para que te ubiques un poquito. Te diré que soy tu humilde servidor, tu modesto amigo y así te estaré obligando a recordar con quién tienes la suerte de estar hablando, insecto de mierda.

Aquí no triunfan los mejores, sino los mejores amigos. Verdadero lema patrio que merecería aparecer impreso en una cintita al pie del escudo pues sintetiza ese indesmayable espíritu de ascenso social que caracteriza a tantos peruanos exitosos. Dime a quiénes conoces y te diré quién eres. No importa cuán bueno seas, importa de qué argolla formas parte. Nada más. Lo demás viene solo.

La señora K. Basta ya de adivinanzas perversas y de insinuaciones malintencionadas. ¿Cómo que Keiko es la señora K? ¿En qué cabeza cabe que los más acrisolados exponentes de nuestra judicatura podrían incurrir en semejante perogrullada? Por el amor de Dios, habría que ser un completo retardado para caer en tamaña obviedad. Habría que ser tan obvio como Oviedo. En esta página queremos creer que se trata de una referencia culta, literaria. Nos inclinamos a pensar que es, más bien, una alusión a El proceso, novela del escritor checo Franz Kafka en la que el atormentado personaje de K. es arrastrado por la absurda e interminable vorágine de la burocracia judicial sin llegar a saber nunca por qué se le persigue y de qué se le acusa. Como le pasa a Keiko en estos días, más o menos.

Hay que legislar eso, hermano. Los hijos únicos lo sabemos: la mejor manera de absorber automáticamente al interlocutor, de desarmarlo y cancelarlo en una es “hermanearlo”. Hola, mi herrrmano. Hermano de mi alma. Hermanito lindo. Hermanitolín. Al llamarlo así, lo igualas. Lo pones a tu nivel. Lo vuelves parte de tu tribu. En resumidas cuentas: lo cagas.

Necesito una empujadita. Antiguamente se decía “necesito que interpongas tus buenos oficios”. Ahora el modo es más directo: empuja, zambo, empuja. Sabemos lo que queremos. Nos hemos sincerado: refuerza a mi sobrino, dile que es de primera, garantiza por él. Y frente a ello, el empujador de turno se jactará: ¡Si tú supieras lo que he hecho! Me he tumbado a la segunda, hermano, y era una fiscal titular, hermano. ¿No es maravilloso todo lo que puede uno lograr con una simple cadena de favores? ¡Estoy saliendo de Palacio, hermano! ¡Te he conseguido un puentezazo!

¿Quieres cabezas? ¿O quieres intermediarios? La humanidad y su eterna disyuntiva entre el dueño del circo y el payaso. En el Perú, conseguir un lugar en la mesa del almuerzo indicado puede cambiarte la vida. Una chita a la sal en el Costanera 700 puede darle a tu carrera el impulso que no le daría un doctorado en Yale. ¿Conoces a la ministra? No, pero conozco a quienes la han puesto. ¿Conoces a Zavala? Soy su vecino en la playa, hermano. Soy su vecino de toalla. O sea, who’s your daddy? O sea, estás conmigo, estás con Dios.

Por este medio no. Debes tener perfectamente claro que en este mundo las cosas no se llaman por su nombre. Este es el reino de la sutileza. Del mensaje cifrado. Del símbolo. De la metáfora. Nada se dice directamente. Todo se sobreentiende. Nada de mencionar nombres, calichín. Nada de “¿cuánto le debo, doctor?” porque te voy a tener que contestar “¡pero qué ocurrencia!”. Imbécil. ¿Cómo me vas a preguntar eso por teléfono? Pareces nuevo. Por este medio no. Llámame al número de los cuatro nueves.

Diez verdecitos. Podría parecer que no, pero en esta mafia hay códigos. Y los códigos se respetan. Aquí jamás se menciona el sucio dinero. Jamás. Hay que ser demasiado vulgar para llamar “verdecitos” a los dólares. Hay que ser demasiado estúpido. ¡Verdecitos! Qué asco. Los conocedores manejamos una amplia gama de elegantes sinónimos. Se estila mucho decir “libros”, por ejemplo. Puedes decir: ya puedes venir por tus diez libros. Tus diez volúmenes. Tus diez tomos. Queda uno como un príncipe. ¿Acaso vas a decir ven a recoger tu plata? No, pues. Qué ordinariez. Ya está listo tu encargo, se dice. Ya está listo tu tema. Ya está listo tu asunto.

¿Qué es lo que quieren, que le bajen la pena o que lo declaren inocente? O mejor dicho: ¿cuánto hay y por qué tan poco? Poco floro, jugadores. Bienvenidos al maravilloso mundo del sistema nacional de justicia. Llenen su formulario nomás y pasen por caja. Marquen en el recuadro correspondiente. ¿Cuántos añitos tiene la violadita? Menos de 5. Entre 5 y 10. Entre 10 y 15. Más de 15. ¿Es pobladora o residente? Asegúrense siempre de estar en condiciones de pagar, revisando con la debida anticipación el tarifario correspondiente. ¿Grado de parentesco del agresor con su víctima? Padre. Padrastro. Abuelo. Hermano. Primo. Tío. ¿Está desflorada? Sí. No. ¿Embarazada? Sí. No. ¿Coito contranatura reciente? Sí. No. Marque con una equis sin salirse del recuadro. Ahora mire el monto total y dígame hasta dónde le da la caja chica. ¿Le bajamos la pena o lo declaramos inocente? Tranquilos. Quédense tranquilos que la mafia no está infiltrándose dentro del Estado. Es el Estado el que está infiltrándose peligrosamente dentro de la mafia.