Manual de autodestrucción
Manual de autodestrucción

1. Ponte paladín: Mándalo todo al carajo al menor queco. Patea el tablero con efecto como si tú fueras Hildebrandt y estuviéramos en 1998. Manda al Genaro de turno a defender Tiwinza. Alega oscuras presiones, repentinos conflictos éticos, súbitas encrucijadas morales. Victimízate. Tienes todo el derecho del mundo a hacer una pataleta de aquellas. Córtate un poco las venas. Envuélvete en una bandera. Amordázate con un par de medias como Lúcar. Encadénate a las rejas del Congreso Nacional. Ponte subte, ponte emo, ponte dark. Haz como el hombre antorcha: ¡llamas a mí! Total, apenas tienes 28 añitos. Eres l’enfant terrible de la opinología webera y vas a las marchas por los derechos civiles, codo a codo, con La Glave, con el Albertito de Belaunde, con la Sigrid Bazán de Mohme y con toda la gentita raaagia de la Cato. Eres el Macaulay Culkin del periodismo de investigación, cholo, son huevadas. Eres la Pequeña Maravilla de la televisión abierta.

2. Arma un sindicato: Erígete en el Secretario General de tu propia imaginaria CGTP. Tiende puentes con otros ex empleados resabiosos. Concierta alianzas estratégicas con los defenestrados, con todos aquellos a los que no les renovaron el contrato, con los que tienen juicios pendientes con el canal, administra el rencor disperso y concéntralo a tu favor. Eleva todas las quejas que puedas ante el Ministerio de Trabajo, ante la Defensoría, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos si es necesario. Sé la voz de los despedidos, o mejor dicho, de los despechados. No olvides dejar –antes de mandarte mudar, muy mortificado– una pequeña red de informantes enquistada en tu ex centro de labores de tal manera que siempre estarás al tanto de todo lo que acontece en tu hoy trinchera enemiga. Tendrás, primero que nadie, el último datito de la patronal, el último chismecito desde adentro. Eso se consigue tejiendo redes entre los mandos medios. No es tan difícil. A veces, bastan unos cuantos almuercitos de camaradería. Pa’ la yenti.

3. Mata a tu padre. Mijael deslinda de las ideas políticas de su papá, el ex ministro aprista Hernán Garrido Lecca. Frente a las denuncias que enfrenta, no pone las manos al fuego por él. No está seguro de que sea inocente. Como a todo líder de opinión que se respete, su objetividad le exige esperar que lo investiguen primero para pronunciarse al respecto. Pero, eso sí, llega al canal para mi entrevista al volante de un ostentoso BMW que no se puede haber comprado con el sueldo –franciscano, según dice– que le pagaba Latina y anuncia un insólito viaje a Siria que la editorial del presunto libro no le paga y que tampoco se puede financiar con anuncios del restaurant de parrilladas “La Vaca Loca” que es la veintiúnica publicidad que tiene su web de noticias “Altavoz”. Claramente, deslinda de su papá pero no de sus monedas.

4. Mata a tus superiores: Reniega de todos los que vinieron antes que tú. Si vas a investigar, comienza por los que te rodean. Investiga tocamientos indebidos o –por lo menos– acoso sexual en el colegio caro en el que estudiaste. Habla en TV de esa gravísima denuncia sobre la que aún no tienes certezas pero promete que cuando las tengas, me las contarás. Proponte a ti mismo como reemplazo de la editora general. Lánzale un ultimátum del tipo “O ella o yo” al canal y, una vez que te haya despedido –o aceptado una vieja carta de renuncia de la que ya hasta tú te habías olvidado–, denúncialos en redes sociales porque todo tiene un límite y tú ya no puedes más, ya estás hastiado de que sigan diciendo que se hacen cargo cuando de ti –que eras el único hombre del área de prensa– nadie se encargó.

5. Cultiva la arrogancia: Adórnate. Floréate. Apela a la estrategia Leonidas Carbajal: llénate de palabras rebuscadas y pomposas como “ucrónico” para intentar quedar como un tipo más ilustrado. Aprovecha el apellido compuesto y codéate con los que lo llevan. Aprovecha que eres socio familiar del Lima Golf Club para alternar de tú a vos con el C.E.O. del fondo de inversiones dueño de tu canal. Encuéntrense casualmente, igualados por las sudaderas, en el gimnasio. Aprovecha la ocasión para proponerle una inyección de capital para tu web. Total, para él será como comprarse un Old England Toffee de Ambrosoli. Saltéate todas las instancias. En lo que a autoestima se refiere, no te midas. Cronometra las intervenciones en pantalla de tu coconductora Magaly –que tiene 25 años más en el periodismo que tú– y exige igualdad de tiempo de exposición, igualdad de trato e igualdad de sueldo frente a ella. No importa si los únicos temas que reporteaste en tu vida hayan sido el virus del Zika y El Niño costero de este año. No importa si las primicias de las que más te enorgulleces hayan sido un escándalo elitista de Cannes y otro de un crítico literario pajerillo. Total, ¿a quién le han ganado tus jefes? ¿Qué tienen ellos que no tengas tú? Saltéate todas las etapas, tú no las necesitas.

6. Peléate con todos: A la hora de pelearte con tu canal, hazlo con gran barahúnda, publícalo por todas partes y repítelo todas las veces que puedas, asegúrate de sembrar el miedo entre los directivos de todos los demás canales que, al verte, automáticamente pensarán: “Si les hizo eso a ellos, ¿qué no nos hará a nosotros?”. Así, todas las puertas se te cerrarán al unísono y con candado. No olvides pelearte también con los anunciantes y, para ello, nada mejor que denunciar por fraude a las agencias de publicidad que hacen todas las campañas sin las cuales sucumbirían todos los canales, sin excepción. Antes de que sea demasiado tarde, no olvides romper los ejemplares de algunos diarios de circulación nacional en pantalla, de tal manera que siempre tendrás coleguitas vertiendo generosamente sobre ti su vómito negro. Si no es mucho pedir, peléate también con la Iglesia Católica en general y con el Opus Dei, en particular, de tal manera que tu excomunión y tu muerte civil estén absolutamente garantizadas.

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