Pero los minutos pasaron, inexorables. Nuestro lonche con esponjoso pan chachapoyano y queso mantecoso se acabó y Vizcarra nunca apareció en aquel balcón embanderado. ¿Sería acaso que el providencial tuit había convencido a los asesores presidenciales de la conveniencia de abstenerse de aquel improbable baño de pueblo? ¿Habían hecho semejante viaje por tierra y aire para eso?, ¿para absolutamente nada? Una hora más tarde, una magisterial voz femenina se dirigió esta vez a la colectividad para anunciar un repentino cambio de planes: por razones de fuerza mayor, el presidente se había tenido que retirar. Se invitaba a la ciudadanía a continuar disfrutando el esparcimiento del feriado largo. Así, sin más ni más. Dicen que don Martín salió por un costado del local municipal, que saludó a algunos chachapoyanos que, sin embargo, no le pedían a gritos cerrar el Congreso. Lo cierto, lo que nos consta, es que nadie le pedía a gritos absolutamente nada. Al día siguiente, Vizcarra inauguró, con toda pompa y circunstancia, un tramo sin asfaltar de la carretera La Jalca-Nueva Esperanza. Su célebre frase “ya tenemos la carretera, ahora solo falta pavimentarla” ha pasado automáticamente a la antología de citas citables presidenciales. Ya tenemos el plato, ahora solo falta la comida. Ya tenemos el vaso, ahora solo falta el agua. Ya tenemos la pelota, ahora solo falta el equipo. Ya tenemos las chelas, ahora solo faltan los amigos. Ya tenemos la correa, ahora solo falta el perro. Ya tenemos el chip, ahora solo falta el celular. Ya tenemos el celular, ahora solo falta la línea. Ya tenemos la llave, ahora solo falta la casa. Ya tenemos el cráneo, ahora solo falta el cerebro. Y así, sucesivamente, hasta el día en que el soñado adelanto de elecciones llegue por fin. Así nomás, mientras tanto. Así nomás es.