Libros (Getty)
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- Hola, Beto, ¿leíste el manuscrito de nuestro famosito?
- Hice mi mejor esfuerzo, pero se me cae de las manos. Tú y yo sabemos que es una novela impublicable.
- Pero si ya la publicamos, ¡ja, ja, ja!
- Creo que desde la carta notarial de Karina Beteta, no había leído nada tan mal escrito.
- ¡Y mira que lo hemos trabajado mucho, ah! Estaba peor.
- Eso me tranquiliza.
- Yo creo que para un público fan que no tiene grandes expectativas literarias estará bien. Por lo menos, tiene la suerte de no ser escritor.
- Y de que le publiquen cualquier huevada.
- ¿Puedes creer que también lo vamos a publicar en toda América Latina, México y Estados Unidos?
- No me sorprende ni un poquito.
- Si hay venta, hay libro, querido.

Dejémonos de tanta vaina, ni los entrevistadores que entrevistan escritores, ni los presentadores que les presentan sus libros, ni siquiera los conductores que conducen programas sobre libros leen los libros sobre los que hablan, haciéndose los que leen muchos libros. Quizá lean una que otra página, pero de ninguna manera se lo leen todo. No hay forma. Leen la solapa, claro y también la contratapa. Les dan una rápida hojeada, googlean un poco al autor y, listo, el resto se lo inventan. Eso, señores, se llama ficción. Total, si para algo sirve el lenguaje, es para imitar a la sabiduría. No importa lo que tengas para decirnos, lo que importa es que nos lo digas bonito. Eso, señores, se llama floro y es ya una parte medular de nuestro rico acervo criollo. Si hay algo que yo le envidio a la buenamoza Clara Elvira Ospina –la colega colombiana que hábilmente conduce “Tiempo de leer” en Canal N–, es su álbum de fotos. Ella ha de ser, de lejos, la groupie literaria más suertuda del planeta. Ha de tener su fotito al lado de todas y cada una de las catedrales –y capillitas– literarias del mundo moderno. Como asiduo televidente, sé que su programa se airea en dos ediciones semanales y que cada una se repite tres veces al día. En cada programa, ella entrevista a un escritor distinto acerca de su última producción editorial. El resto del tiempo, es editora general de Canal N y América Noticias. ¿Y cómo lo hace? A menos que sea una maestra delegándolo todo –o que sea una insomne absoluta–, es humanamente imposible leer dos libros enteros por semana y, al mismo tiempo, ser editor general no de uno, sino de dos medios de comunicación con decenas de noticieros y programas cada uno, con decenas de informes y reportajes y temas y decenas de periodistas y decenas de entrevistados políticos en vivo y comités y etcétera. Y encima pasarse el día tuiteando como solo tuiteamos los que, en verdad, hueveamos. ¿Y cómo lo hace? El truco está en la combinación. Tienes que tener la astucia de inventarte un programa sobre algún tema presuntamente prestigioso que te permita viajar por el mundo codeándote con todos tus ídolos y combinar eso con la necesidad mortal de erigirte en la máxima jefa. Así y solo así, cuando haya Feria del Libro en Bogotá, agarras el cuadro de comisiones y te envías a ti misma. ¿Hay Festival? Viajas tú. ¿Feria del Libro en Guadalajara? Tú misma eres. Y así, sucesivamente. Los autores, las editoriales, las librerías –que no tienen ningún otro espacio televisivo porque el rating peruano de la literatura es cero– te adorarán. Mejor todavía: te necesitarán. La súper colección de selfies y todos los libros del mundo gratis de por vida. Dígame usté si no es berraco. No se me malentienda, por favor. Yo no la odio. Todo lo contrario. Soy su number one fan. Quiero el champú que ella está usando.

- Hola, Beto, ¿no has pensado en que ya va siendo hora de publicar toda tu correspondencia amorosa con el afamado escritor?
- ¿Hablas en serio? Lo conoces más que yo y sabes que al afamado escritor no le haría la menor gracia tu idea.
- De acuerdo a la legislación vigente, las cartas son de quien las recibe, querido.
- Qué miedo.

Nunca continúes leyendo un libro que te aburre. Eso es palabra de Dios; te alabamos, Señor. Mi tocayo Beto Eco apostillaba que todo el inicio de Il nome della rosa debía ser leído con la respiración entrecortada, con dolor y dificultad porque había sido escrito para que su lectura fuese como la ascensión a una montaña, es decir, exprofeso fatigosa. En ese momento, yo era un estudiante universitario y le creí, y vaya que valió la pena pujar en la escalada porque Eco es Eco y no hay tu tía, pero, a estas alturas, sé que la vida es demasiado corta como para perderla leyendo libros que no me prodiguen automático placer. O peor aún, para perderla leyendo libros mal escritos que son lo que más se publica. Aquí donde me ven, rey de la TV basura y la conchesumay, ya les he presentado sus libros a todititos. Todas las luminarias han pasado por estas manitas. Díganme ustedes el nombre que quieran. Check. Les apuesto que yala. Pónganse a pensar que las personas que se someten al tormento de escribir lo hacen porque no recibieron amor suficiente en su infancia. Pónganse a pensar que, aquí en el Perú, escribir no genera ni plata ni aplausos ni cache ni fama. ¿No es aterrador? Y todavía para que, a las finales, ni siquiera te lean. Para que ni siquiera tú, que los presentas, reseñas o comentas, los leas. No importa. Si no sabes nada de sus libros, te regalo un tip: entrevístalos en vivo –el que no sabe pregunta, ¿no es cierto?–; asegúrate, eso sí, de colocar un par de transgresoras ocurrencias que entretengan al auditorio de la Sala Clorinda Matto de Turner de la Feria y le aligeren la espera del vino de honor. Sé buen anfitrión y haz que el autor se sienta súper sexy. Eso, a los literatos, les encanta.

- Hola, Beto, te escribe Ernesto Temoche de Editorial Dignidad. Quería solicitar tu autorización para incluir un texto tuyo en una antología de cronistas peruanos que nuestro sello prepara para la FIL.
- Excelente. Cuéntame quiénes más estarán.
- Vargas Llosa, Natalia Sánchez Loayza…
- Oh, Natalia, me encanta ella. Y aparte de compartir índice con tamañas firmas, ¿pagan derechos de autor o es una donación de mi parte?
- No me complace decir que, para estos libros de compilaciones, el monto es sumamente bajo. Tanto que te juro que me avergüenza. Indícanos, por favor, cómo te envío tu pago, además de unos deliciosos tés de Quinta Esencia.
- Por lo menos, tenemos para el té. Qué original.
- Una última cosita… ¿Sería muy conchudo si te pido que seas parte de la mesa de presentación?

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