Guapa que guapea
Después de haberme dicho la vela verde en su programa durante toda la primera mitad de este año –que le pagué 100 mil soles a Nicola Porcella, que me creo psicoanalista y también fiscal de la Nación–, mi buena amiga Magaly Medina me envió un whatsapp el 5 de julio para preguntarme si me podía llamar. (Antes uno llamaba de frente nomás, pero la etiqueta de hoy aconseja escribir primero para preguntar). Le dije, por supuesto, que llamara nomás. No me tomo a pecho ninguna de las críticas que le hacen a mis programas y, a estas alturas, no me voy a arañar con Magaly porque ese es su business y es lo que mejor le sale. Lo que sí me sorprendió fue que me escribiera porque no hablábamos desde diciembre del año pasado cuando, luego de que yo dediqué un programa entero a darle una entusiasta bienvenida, me bajaron súbitamente el dedo en ATV, cosa que –estoy seguro– ella, en aquel momento, no sabía. El asunto es que ese día me llamó y me propuso que estuviera en la presentación de su libro que, además, sería publicado por Planeta que es también mi casa editorial. Me pareció buena idea. Acepté sin chistar. Una semana después, me pidió mi correo electrónico para mandarme el material que debía leer, se lo di y, a los tres días, me llegó “Hola, guapa”, su segundo libro. Confieso que tardé unos días para abrirlo porque yo también estaba revisando originales, afinando detalles y corrigiendo pruebas de los míos, pero cuando –una semana después– finalmente me detuve a leer, me di cuenta rápidamente de que había elegido al presentador equivocado y se lo dije en un extenso e-mail en que, entre otras cosas, le escribí: es un libro sobre el que yo, realmente, no sabría qué decir. Porque no soy mujer, porque sus temas me son ajenos, porque estoy, completamente, en otro rollo. ¿Qué hago yo en una mesa frente al público hablando de tips de belleza exterior o interior? Pero Magaly es Magaly y no se le puede decir que no y salir ileso, de modo que volvió a escribirme, instándome seriamente a reconsiderar mi equivocada decisión, pero para entonces yo ya estaba chapoteando con mis amigotes en el río Nanay de la misma jubilosa manera en que ella hoy chapotea en Positano y demás playas de ensueño de la costa amalfitana. Plantar significa dejar a la gente esperando sin avisar y yo te avisé, Maga. Te avisé con apenas tres días de anticipación, es cierto, pero te avisé.