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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

Hoy, ambos, el pan en el sentido más amplio del término y el agua, son fundamentales en el humor de las mayorías. Y si bien ambos, en caso de escasez, pueden desencadenar tormentas políticas, estoy convencido de que la ausencia del agua puede, valga la paradoja, convertirse en un tsunami. Dos millones de peruanos, no habituados a la magia de un caño ni siquiera en las cercanías de su casa (es una forma de decir), soportan estoicamente esta carencia que a la sociedad puede parecerle normal. Los que ya están habituados pueden desarrollar conductas imprevisibles en caso de una carencia acentuada. Los intentos de privatización del agua, con el consiguiente aumento en las facturas de cobro, han desatado furias infernales en varias ciudades de distintos países y han obligado al Estado a retomar el servicio. Poner un bien esencial en manos de quienes tienen el justo (a menudo exagerado) afán de lucro es una bomba de tiempo que ningún gobierno que pretenda cumplir su mandato en paz puede permitirse. El agua es un derecho fundamental. El 75% en los bebés y el 60% en los adultos es agua. La evaluación es simple. El hambre tarda más en matar que la sed y, por tanto, la falta de esta causa ansiedad incontrolable. En México, el agua privatizada triplicó su precio; en Buenos Aires se revocó la concesión en 2006; en Cochabamba (Bolivia), hubo manifestaciones por la revocación en 2008, y París también revocó la concesión y creó una empresa pública. Infórmese en Internet.