Los manifestantes acudieron al frontis del INEI. (Geraldo Caso)
Los manifestantes acudieron al frontis del INEI. (Geraldo Caso)

El domingo pasado, mientras el INEI se ahogaba en sus esfuerzos por llevar a cabo el censo tan mencionado, una empadronadora voluntaria fue violada mientras cumplía con su compromiso cívico. El hecho, como es obvio, desató una ola de indignación. Este nuevo caso nos recuerda lo larga que es la fila de mujeres agredidas física y sexualmente que esperan justicia por parte del Estado y empatía por parte de una sociedad que parece haberse hecho impermeable frente a tanto dolor.

En el medio de todo lo que se dijo, en redes sociales se viralizó el uso del hashtag #PerúPaísDeVioladores. Lo curioso fue lo que pasó luego: se armó un enfrentamiento abierto entre quienes estaban a favor del uso del juego de palabras y quienes lo condenaban. Los primeros decían que la frase cumplía con un rol de visibilizar un problema que nos aqueja; los segundos indicaban que no todos los peruanos son violadores y que decir las palabras en cuestión era una simplificación dañina.

A mí el uso de la frase me gusta. No es porque sea feliz, ni porque –necesariamente– refleje con exactitud la realidad. Pero creo que al terminar de decir en voz alta que vivimos en un país de violadores algo se nos quiebra por dentro –o al menos tendría que hacerlo–. La mezcla entre pudor, indignación, vergüenza y náusea que tendría que generarse como reflejo me parece un punto interesante de partida. Pero, justamente, es eso lo que debe ser. Y no una discusión en sí misma.

Durante la semana, la discusión parecía haberse desplazado a si el uso de este hashtag era o no correcto. Dudo mucho que sea esa una conversación fértil. Twitter es un espacio de divulgación que implica la renuncia estructural a la profundidad en las ideas que se debaten. No hay argumentos que puedan sostenerse en 140 caracteres. En Twitter podemos difundir los debates que se tienen en espacios de mayor profundidad, pero el orden no puede ser el inverso: no podemos discutir sobre Twitter.

El Perú no es Twitter. El problema no es un hashtag. El problema es la violencia de género y sus consecuencias brutales y normalizadas por una sociedad comatosa. Usar o no esta frase es un tema menor en comparación con la reflexión tremenda que se hace urgente. No debemos perder la perspectiva.