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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttps://espaciodecrianza.educared.pe

Queremos que sean niños poco tiempo. Más tarde, en la melancólica soledad del nido vacío, nos daremos cuenta de que crecer toma tiempo, pero que éste pasa rápido. Entonces cabrá la nostálgica pregunta de por qué tanta prisa.

Cuando no actúan como niños y emplean lo que les proporcionamos: diversión agresivamente mercadeada, violencia y sexualidad fuera de contexto, nuestros descontroles, nos asustamos. ¡No nos quieren escuchar! Les es muy difícil no imitarnos.

Quisiéramos pasar por una desintoxicación de nuestros padres para poder criar mejor a nuestros hijos. Sin impurezas, rabias, frustraciones, malos tratos, vergüenzas, miedos y traiciones. Emergeríamos de ese lavado del alma listos para criar con sabiduría, amor y cariño, pacientes hasta la santidad, libres de imperfecciones heredadas.

No es posible: quedarían barridos los momentos de seguridad, alegrías, satisfacciones, orgullo, deliciosas complicidades. Padres e hijos nos queremos porque nos pertenecemos, desarrollamos amistad y solidaridad más sólidas que los inevitables odios y rencores.

Estamos condenados a la dinámica entre dependencia e independencia, fuerza y debilidad, poder e impotencia; anudados por la palabra, símbolos, tradiciones y cultura. Al ceder la posta seguimos siendo hijos, y una parte de nuestros padres se cuela mientras criamos a los nuestros. No es fácil ser padre, tampoco ser hijo. Vale la pena intentarlo.

Podemos entendernos y tolerarnos, con sentido del humor y amor por la vida.

Niños y adolescentes nos quieren querer y necesitar, y nosotros a ellos. Reconocer a nuestros padres en ellos, a nuestros padres en nosotros y a nosotros en nuestros hijos, será un paso adelante.