(Eduardo Cavero/GEC)
(Eduardo Cavero/GEC)

Las imágenes de largas colas de peruanos que incluso pasaban la noche ahí mismo, guardando sitio, a la espera de recargar sus balones en los centros dispensadores de oxígeno, fueron solo un anuncio de lo que vendría una semana después. Hoy, la escasez de oxígeno medicinal, en plena segunda ola de la pandemia, es ya un drama social de proporciones.

El propio presidente Francisco Sagasti lo reconoció con el llamado que hizo a las empresas mineras para que “ante esta terrible escasez de oxígeno que tenemos en la actualidad, pongan a disposición de los hospitales y diferentes centros médicos la provisión de oxígeno, que ahora destina a la producción industrial”. A lo que el gremio minero repuso que, aparte de estar haciendo todo lo posible para apoyar al país con la donación de equipamientos médicos y plantas de oxígeno, salvo mínimas excepciones, las mineras no trabajan con plantas generadoras de oxígeno medicinal.

La desesperación presidencial es explicable. En el país se producen alrededor de 350 toneladas diarias de oxígeno, pero la demanda, en estos momentos, se sitúa entre las 420 y 450 toneladas. Y según cálculos de los expertos, la brecha deficitaria podría ampliarse en las próximas semanas.

La reciente decisión de autorizar a Essalud para que pueda comprar plantas generadoras de oxígeno medicinal y otros bienes en el mercado internacional se inscribe también en esta necesidad imperiosa, que el acelerado aumento de contagios en el país se está agudizando.

Sin embargo, debería tomarse en cuenta la sugerencia del exministro Óscar Ugarte, quien sostiene que una opción más expeditiva para aliviar el déficit de oxígeno en los hospitales, antes que importar –cuyo proceso de adquisición y entrega puede tomar hasta cuatro meses–, sería aumentar la compra de plantas de oxígeno como las que se están implementando, por ejemplo, en la Universidad Católica y la Universidad Nacional de Ingeniería, que podrían ponerse a disposición del sistema de salud en un tiempo bastante menor.

La emergencia obliga, pues, a usar el sentido práctico y dar con alternativas que puedan salvar vidas en el más corto plazo. El gobierno, el Minsa, deben actuar con la celeridad que exigen las circunstancias.


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