El oso y el águila bicéfala. (REUTERS)
El oso y el águila bicéfala. (REUTERS)

De lo que he conversado con algunos amigos que están en Rusia por el Mundial, poco ha cambiado desde que la visité, ya varias lunas atrás. Como te advierten los propios rusos, Rusia no es Occidente. Ellos mismos te lo grafican: Occidente es Roma, el Imperio de Honorio, y ellos son Bizancio, el Oriente de Arcadio, tal como su padre el emperador Teodosio dividió al Imperio romano entre sus dos hijos. Desde que llegas, lo sientes muy distinto a Praga o Polonia, por ejemplo. Todo como más primitivo, inseguro… E intenso, muy intenso. Se habla poco inglés, se adora a Putin (tienen al zarismo en el ADN), se nota que los restos de la KGB mandan en el país, se desconfía de Occidente (sobre todo de los anglos), esas mujeres tan bellas, esos hombres de aires bárbaros, esa mentalidad bastante cerrada al exterior, ese curioso alfabeto cirílico que tanto aleja, ese tosco idioma ruso que suena tan virilmente bello, esa alma de oso, esa arquitectura de cebollas y de colores tan espectacular, esa vena imperial en todo, esa música clásica, esas distancias siderales, esos monjes, ese alcoholismo tan abierto, esos ballets, esos servicios tan malos, esos silencios inquietantes, ese militarismo omnipresente, esa comida tan calórica, esas estatuas colosales, esos sufrimientos extremos (Napoleón, Hitler, Stalin) que aún flotan, esas miradas tan eslavas, ese San Petersburgo inolvidable y cortesano, ese Kremlin tan imponente, esos once husos horarios, ese circo, esos bailes, esos contrastes en riquezas tan extremos como su frío, ese habitante moscovita tan agresivo como el neoyorquino… Nada te deja indiferente: es Rusia.

- Curioso ver el Mundial por Canal 7 en provincias. Ese déficit de cobertura nunca pasó cuando lo transmitieron Canal 4 o Canal 9. ¡El Estado subsidiario!

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