Martín Vizcarra convoca a pleno extraordinario para remover a todos los miembros del CNM. (Mario Zapata/Perú21)
Martín Vizcarra convoca a pleno extraordinario para remover a todos los miembros del CNM. (Mario Zapata/Perú21)

Hace un par de días, comenté por aquí que Vizcarra, al convocar al Pleno del Congreso para que debata la remoción de los miembros del CNM, evidenció un aplomo que hasta ahora no había mostrado desde el sillón presidencial. Le puso ritmo al partido y ahora podemos ver que el atrevimiento le salió bien: algunos consejeros renunciaron, la Comisión de Justicia ha dictaminado que todo el CNM debe salir, a la Mesa Directiva no le quedó otra que convocar al Pleno para ver el asunto hoy en la tarde y él mismo se libró de ser arrastrado por la turbulencia. Todo respetando la Constitución y el debido proceso.

Una mayor sorpresa, sin embargo, ha sido el respaldo de Vizcarra a las movilizaciones ciudadanas. Ha sido un salto grande, inesperado la verdad, que marca una nueva línea divisoria con su antecesor y traza un estilo de gobernar muy distinto al de sus primeros 100 días. A diferencia de PPK, Vizcarra parece haber entendido, ahora sí, que evadir la confrontación solo puede llevarlo a la inacción, lo que aquí y en cualquier lado equivale a no gobernar.

Pero hay un tema más. Quienes hoy ven sus dominios reducidos volverán por la revancha y no dudarán en cargarse a Vizcarra en el camino, como lo hicieron con PPK y con otros también. Sería iluso esperar otra cosa en este vaivén por el poder. Así que el presidente tiene ahora una buena chance de construir una alianza que le permita contener la embestida futura y mantener la ruta trazada. No solo es lo mejor para él, es lo mejor para el país.

Un sistema de justicia torcido afecta el corazón de la democracia, así que Vizcarra debería tener como prioridad reflotarlo. Ese sería su legado. Si se compra esa lucha descomunal, seguro la calle le dará el oxígeno necesario. Sería un error dejar pasar la oportunidad.

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