(Foto: Lino Chipana / GEC)
(Foto: Lino Chipana / GEC)

Es un desafío entender el contexto político actual en términos democráticos convencionales. Es decir, lo normal en una democracia sería tener un presidente que haya jurado respetar las columnas democráticas, que empiece a gobernar dentro de los límites democráticos, y que tanto la oposición y la ciudadanía actúen limitando su poder dentro de los cauces democráticos. Valga toda la redundancia.

Sin embargo, no tenemos eso. Tenemos un presidente que postuló con un proyecto autoritario, que en campaña hizo declaraciones que proyectaban una debacle institucional, y que en sus primeros cien días se ha alineado a ello con clientelismo y copando escandalosamente las instituciones del Estado.

El reciente hecho es uno de los más graves. Sacar a dos comandantes generales de las Fuerzas Armadas, que no se alinearon a las presiones del gobierno, rebasa varias de nuestras contenciones democráticas. Interferir los ascensos legales en la búsqueda de militares que sean leales a su proyecto político constituye infracción constitucional, hechos que deben investigarse como delito, incapacidad moral, pero principalmente enciende todas las alarmas que nos advierten que nuestro futuro democrático está en peligro ¿Para qué creen que alguien con un proyecto autoritario buscaría copar con incondicionales las instituciones y principalmente las Fuerzas Armadas? Y la oposición y ciudadanos demócratas, en lugar de criticar con todas sus fuerzas este hecho, de señalar y exigir la responsabilidad del presidente, más parecen sus abogados. No vamos bien, ni siquiera hemos logrado que el presidente sienta la presión de brindar una conferencia de prensa ante las crisis que origina.

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Claro que le asusta a un demócrata pensar que esto lleve a una vacancia por incapacidad moral del presidente, pero la tensión la debe sentir el gobierno, no los ciudadanos. El que ha cometido la inmoralidad y la infracción ha sido el presidente, no nosotros. Es él quien debe sentir el peso de las consecuencias de sus actos. Por ello no bajemos el tono de protesta por temor al desenlace. No nos corresponde defender o apañar sus transgresiones en nombre de una mal entendida defensa de la democracia. Nuestro rol ciudadano es cuestionar y limitar el poder del gobierno, abiertamente y sin miedo.

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Además, Richard Arce sobre ausencia de Mirtha Vásquez en balance de Castillo: “Es una muestra de que hay una crisis en las decisiones de gobierno”. También, congresistas contra Walter Ayala en Comisión de Justicia: “No debería estar sentado acá, ministro”. Y, Asamblea general de la OEA arranca con Nicaragua como tema principal