(Foto: Presidencia del Perú)
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¿Cómo no va a ser inmoral poner de ministro del Interior al abogado de miembros del partido de gobierno que enfrentan investigaciones ante la justicia? ¿Acaso no es evidente el clientelismo, el copamiento de las instituciones y la repartición de poder a una facción del gobierno investigada por presunta organización criminal?

En conferencia de prensa, la premier Mirtha Vásquez ha justificado de forma enrevesada que el nombramiento se debe a que había que avanzar con consensos con diferentes actores políticos. Entre líneas habría que entender que no lo propuso, pero que tuvo que aceptarlo por supuestos consensos políticos. Dice mucho de su liderazgo, uno en el que, por un lado, no sigue el mandato de la Constitución ya que ella debe proponerlos, y, por otro lado, uno en el que acepta trabajar con ministros tan cuestionados.

En otro momento ha dicho que dentro de los partidos políticos “se debería pensar en lo que significa la democracia y para qué sirve”. Nada más relevante en estos momentos, sobre todo cuando el gobierno quiere convencer a la ciudadanía de que la gobernabilidad democrática significaría tolerar proyectos autoritarios con gobernantes y funcionarios inmorales.

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Giovanni Sartori en su libro ¿Qué es la democracia? señala “que es algo indudable y legítimo motivo de preocupación que las elecciones se han convertido en procesos de ‘selección al revés’, de triunfo de los peores”. Puede que la democracia nos lleve a elegir a un inmoral, a un corrupto, o a un gobernante cuestionado por vínculos con el narcoterrorismo, pero la misma democracia posee los mecanismos y límites para no sufrirlos cinco años. Pedir, por ejemplo, que toleremos el nombramiento del ministro del Interior en aras de una “heroica gobernabilidad” es, más bien, lo antidemocrático.

La democracia no son solo elecciones. El gobernante elegido y las personas que ejercen los cargos públicos deben ajustarse al Estado de derecho, someterse a la ley igual que todos los demás ciudadanos. En ninguna parte del contenido de la democracia está que debamos “consensuar”, someternos y permitir en las instituciones a inmorales y autócratas.

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