[Opinión] Yesenia Álvarez: “El postureo de la indignación”. (Foto: GEC)
[Opinión] Yesenia Álvarez: “El postureo de la indignación”. (Foto: GEC)

Hay por lo menos cinco características graves que los azuzadores de las protestas van a evitar abordar y condenar: el primero es el grueso violento de la protesta, luego está la clara estrategia para no dialogar y para que no se identifique quiénes están detrás y quiénes son sus reales voceros. En tercer lugar, tenemos que cada vez es más patente la intención de la protesta de hacer daño, lo cual se puede comprobar en los bloqueos de carreteras y aislamientos de ciudades que afectan no solo a las economías familiares y el traslado de medicamentos, combustible y alimentos, sino que impiden salvar la vida a neonatos. La cuarta sería el contrabando de consignas políticas disfrazadas de demandas sociales y esto es fácil de advertirlo porque todo el debate gira en quebrantar el orden constitucional de Dina Boluarte, que le den libertad al pobre presidente vacado después de dar un golpe y la instalación de una Asamblea Constituyente, pero no hay nadie dialogando profundamente sobre cómo mejorar las demandas de la población. Y en quinto lugar hay una estrategia narrativa para deslegitimar interna y externamente las acciones de nuestras instituciones para poner orden, arrestar a los violentistas y proteger a la población.

Estos cinco puntos son relegados, ni mencionados por los azuzadores que actúan como voceros difusos de las protestas. La congresista Sigrid Bazán es una de las principales apañando las protestas sin denunciar su violencia. Ayer entró en un laberinto prácticamente justificando la violencia porque “la protesta pacífica no genera cambio”. Luego, en su intento de rectificarse fue más evidente que no puede reprobar la violencia de las manifestaciones. “La protesta pacífica no ha sido canalizada por el Gobierno a través de un diálogo sincero lo cual solo ha generado una espiral de violencia”, ha dicho. Ese es el discurso para mirar para un lado cuando protestantes usan la barbarie como medio de hacer política.

En el postureo de indignación aparece en escena también el escritor Gustavo Rodríguez con una pose condolente para dar la apariencia de ser más reflexivo, y señala que “no es normal que una tanqueta rompa la puerta de la universidad prestigiosa de tu país”, pero su impostación no le alcanza para denunciar que no es normal que se asesine a un policía calcinado en su patrulla. Si uno analiza estas voces puede ver más bien que con matices confrontan más a los peruanos. Difícil creerles que puedan contribuir a la paz, al diálogo, y a la empatía que pregonan si cuentan la historia a medias.