(Foto: Adrián Zorrilla/photo GEC)
(Foto: Adrián Zorrilla/photo GEC)

Si suponemos que la vuelta al Cole ya es una realidad, porque según el Minedu 12.5% de escuelas han iniciado la semipresencialidad en el Perú –y si tus hijos, como la mía, están entre los afortunados que van a clases–, pues lamento decir que estamos muy lejos. Veamos datos. Para comenzar, Unicef nos pone al final de la fila en la región, incluso con cifras menos alentadoras que las del gobierno: 9% de centros educativos funcionan parcialmente, a pesar de que el personal administrativo y docente está vacunado a un 89%. En segundo lugar, todavía no se han reubicado 700 mil alumnos que tuvieron que abandonar sus colegios y no hay un registro claro de cuántos dejaron de estudiar por falta de conectividad y dispositivos para la educación virtual. Los esperados anuncios del presidente Pedro Castillo, sobre el regreso a la clases presenciales al 100% en marzo, aparecen sin duda como la luz al final de este túnel, pero también es cierto que hay demasiados temas sin resolver. Por ejemplo, como apunta el analista de datos Patrick Wieghardt, si las Ugeles continúan a la velocidad actual en las supervisiones de apertura y sin modificar la RM 121 en lo sanitario, será imposible abrir las aulas antes de fines de 2022. Con esa resolución, que exige una distancia absurda de 4 metros cuadrados entre alumnos, la presencialidad solo podría darse en un 25% de lo que recomiendan entes internacionales. Por ello, urge ese cambio para un contexto escolar, que además no implica un riesgo mayor que el de otras actividades. Eso y un acelerador sin precedentes en cuanto a implementación de protocolos y mejora de infraestructuras, sin olvidar que, incluso antes de la pandemia, nuestro sistema educativo estaba colapsado y el presupuesto del sector para 2021 ha sido subutilizado: solo se ha ejecutado hasta ahora el 38%. ¿Se hizo algo por la educación durante la pandemia? ¡Ni si quiera se entregaron todas las tablets prometidas!

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A 100 días del mes de marzo y aún sin un presupuesto asignado, solo con la maquinaria a todo vapor, aprovechando el verano de verdad y cruzando los dedos, podrá lograrse lo que se ha convertido en un sueño desesperado. Después de dos años sin clases, el costo es demasiado alto en salud mental y desarrollo en general. Disculparán mi escepticismo.

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