Henriette Cailloux.
Henriette Cailloux.

La de Henriette Cailloux (1874-1943). Con 17 años se enamoró del político Joseph Caillaux, que llegó a ser ministro de Finanzas nada menos que en las vísperas de la 1ª Mundial. Su posición era, por tanto, especialmente importante y delicada. Un periodista de Le Figaro descubrió unos papeles del ministro con los cuales le empezó a atacar salvajemente. No sé cuál fue la reacción de este político, 17 años mayor que su esposa, pero sí sé la de esta. Acudió al lugar de trabajo del periodista y le disparó a bocajarro. Él murió y ella fue rápidamente descubierta.

Lo curioso de esta historia es que ella tenía que haber sido condenada a la pena de muerte. No fue así. Pese a que ella confesó el crimen, su abogado consiguió la absolución. ¿Cómo así? Apeló a la condición femenina de la asesina. Alegó que ella había cometido un crimen pasional, que actuó bajo un impulso femenino irracional y descontrolado. No era capaz (según su defensa) de medir el alcance de sus actos ni de comprender, por tanto, que los problemas de amor no se podían resolver por esta vía. Y de ahí la (injusta) absolución.

MIRA: [Opinión] Sonia Chirinos: “Metedura de Papa”

Varias lecciones surgen de esta historia curiosa. Una que, en mucha medida, las mujeres nos hemos liberado de las consideraciones apriorísticas, que nos convertían en eternas menores de edad. Otra, que la libertad de prensa no se merecía esa respuesta. Hay que defenderla a cualquier precio. Incluso frente a sus excesos. Y con la misma firmeza hay que defender la igualdad entre los sexos, sea quien sea el (o la) perjudicado. Y, por último, que en ninguna circunstancia, ni ayer ni hoy, está justificada la pena de muerte. Como repetía mi profesor de Filosofía del Derecho, abolicionista convencido, ¿quién del hombre al hombre hizo juez?

VIDEO RECOMENDADO

Vigilancia Activa

TAGS RELACIONADOS