Aeropuerto de Barajas (Foto referencia)
Aeropuerto de Barajas (Foto referencia)

El mes pasado celebró España la 44ª edición de la feria internacional de turismo, FITUR. Éxito absoluto de público y de oferta.

España es un país líder en gestión turística. Y uno de los más imaginativos en sus propuestas.

Si hay algo que cualquier persona puede observar fácilmente, es que, tras la pandemia, el mundo entero parece querer desahogarse viajando. Queremos ir a los lugares que nunca visitamos, o regresar a otros a los que quizás no volveríamos de no ser por causa de ella. Es el carpe diem, que desde el año 2020, consciente o inconscientemente, todos llevamos marcado en nuestro interior.

El turismo reporta grandes beneficios. Eleva el PIB. Da trabajo. Abre la imaginación de muchos para hacer de la actividad turística su medio de vida. El turismo abarca todo: gastronomía, moda, naturaleza, cultura.

España es un ejemplo a seguir. Acabo de pasar un fin de semana de turismo en Málaga. Málaga era un reclamo secundario turístico. Pero desde hace unos años y gracias a su octogenario y muy emprendedor alcalde, se ha convertido en un destino obligado. Su clima; sus museos, desde el de Picasso, pasando por el Pompidou o el de Tita Cervera; su gastronomía; el cuidado de los viejos edificios; la osadía de los nuevos. Todo es reclamo para el turista.

El turismo tiene ante sí un reto: respetar las costumbres de los locales. Evitar la sensación de ser “invadidos” por las hordas. Al tiempo que exige sostenibilidad, accesibilidad y excelencia. Vale la pena poner el punto de mira en esta industria que reporta pingües beneficios. Perú no es solo el pisco sour o Machu Pichu. Hay que diversificar la oferta y garantizar la vida y hacienda de propios y extraños.

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