Quizás a muchos no les suene el nombre de. Sin embargo, este británico fallecido un 7 de junio de 1954, es el padre de eso que hoy llamamos, “inteligencia artificial”.

Nació en 1912, su vasta formación, que abarcó desde la filosofía y biología, a las matemáticas y teoría de la informática, le permitió ejercer un papel de verdadero héroe durante la Segunda Guerra Mundial. Puso sus conocimientos al servicio de su país, y se dedicó a descifrar los códigos nazis. Fue el cerebro de la operación. Que, como tal, permaneció secreta durante y después de la guerra. No recibió reconocimientos, ni medallas, ni creo que Churchill lo citara en sus memorias.

Y, sin embargo, habría habido mucha más sangre, sudor y lágrimas de las que anunció Churchill, sin el trabajo de este científico, a quien debemos el método Turing; de quien bebemos el origen de la informática moderna; y a quien agradecemos que su labor descifrando códigos y mensajes secretos, pusiera fin a la guerra mucho antes de lo que era previsible.

The Imitation Game es la película que reivindica su nombre, y nos hace entender mejor sus proezas, a la vez que la hipocresía que lo rodeó.

El único “reconocimiento” que recibió en vida, fue el de ser condenado por su homosexualidad. No ingresó en prisión. Se le ofreció la castración química. Murió después de morder una manzana que se supone estaba envenenada. La leyenda dice que se suicidó. También que el logo y nombre de Apple es el homenaje de Steve Jobs a su labor científica. Cierto o no, Turing comía a diario una manzana. La última lo mató.

La orientación sexual de Turing no justifica su cruel final.

Su vida me sirve de excusa para clamar por el respeto a la dignidad de todos, sin necesidad de incurrir en chabacanerías estéticas.

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