El anuncio taxativo de la presidenta Dina Boluarte, de quedarse hasta 2026, en teoría zanjaría esta historia del “adelanto de elecciones” y uno entendería que se voltea la página y todos a centrarnos en atender las múltiples necesidades y problemas que le están desbordando en capacidad de atención y respuesta al gobierno.

Pero no es así y menos es tan simple. Por eso me parecen irresponsables este tipo de mensajes que tienen un tufillo triunfalista y denotan, además, una ceguera política por no entender lo que está pasando en el país, con un evidente descontento y un manifiesto rechazo y desaprobación al Ejecutivo y al Congreso.

Hay un viejo adagio que dice que no hay peor ciego que aquel que no quiera ver. Parece que este dicho popular le cae de perillas a la clase política, que hoy se enseñorea obnubilada por las mieles del poder, las gollerías y el boato, y que los encandila y les hace perder perspectiva.

El problema es que este tipo de mensajes son contraproducentes e inclusive podrían activar nuevamente la conflictividad; ya sucedió en diciembre y ya vimos las consecuencias terribles.

El problema es que están volviendo a negar la realidad del país y esa historia ya la conocemos por los hechos lamentables ocurridos. Si no aprendimos las lecciones de la imprudencia, entonces estamos condenados a volver a vivir nuevos conflictos sociales y quién sabe si podrían ser más violentos.

La sospecha es que la presidenta está siguiendo el guion del premier Otárola, que inclusive se ha expresado en términos triunfalistas, lo cual es irresponsable, más en un ambiente tan sensible y, además, entendiendo que en un conflicto social interno perdemos todos, nadie gana.

Con las denuncias que incriminarían a Otárola con actos de corrupción en el pago irregular de proveedores de Essalud estaría llegando el fin de su gestión y se avecinaría una crisis de gabinete y, evidentemente, una crisis de gobierno.

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