Es el refrán que repetía muchas veces mi madre, cuando en la inocencia de la niñez decía una mentira piadosa, para esconder una travesura o proteger a mi hermano; y en realidad este adagio tiene mucho sentido en la política, porque justamente los políticos creen que pueden mentir groseramente, sorprendiendo a la opinión pública para evadir sus responsabilidades, como el caso del Rolex y las diversas versiones que se han tejido para justificarlo, que incluyen la pérdida del cuaderno de incidencias de la casa de la presidenta, que según el relato surrealista apareció en un jardín de la vía Expresa a la altura de la avenida México.

Parecería que quieren insultar la inteligencia de los peruanos, porque ese tipo de argumentos sin sentido lo único que muestran es que se siguen enredando en sus mentiras. Y cada vez siguen armando historias tiradas de los cabellos para justificar el uso del y ya entraron en un laberinto sin salida, porque ahora ya no pueden controlar las múltiples versiones en Palacio, que no les quedó otra que evadir a la Fiscalía y han estado obstaculizando las primeras diligencias que están llevando en el Ministerio Público.

Esta denuncia que hizo el fiscal supremo adjunto en una cesión de una Comisión del Congreso deja muy mal parados a los ministros que estuvieron tratando de construir una narrativa para defender la posición del Gobierno, argumentando que ya el tema estaba en instancia fiscal y que ahí la presidenta iba a aclarar todo lo relacionado con los Rolex, y que todo era ruido político innecesario; cuando se evidencia que es el propio Gobierno el que genera el ruido político y que ahora tendrán que someterse a los apremios que impondrá la Fiscalía para recabar información que estuvieron eludiendo.

Así que de un simple comentario periodístico que observaba el ostento de riqueza de la presidenta portando diferentes relojes Rolex, hoy la situación de la presidenta está comprometida, porque la noticia solo fue el hilo de la madeja que ha empezado a destapar todo un enmarañado de información sospechosa, que incluye reportes de la Unidad de Inteligencia Financiera y un desbalance patrimonial de la presidenta, revisando solo las declaraciones juradas que emitió, en su momento, en su condición de funcionaria del Reniec y después como candidata a un municipio, ministra de Estado y ahora como presidente de la República.

La presidenta está terminando siendo víctima de sus propias palabras, mejor dicho, víctima de sus propias mentiras.

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