La presentación del premier Aníbal Torres, y el séquito de ministros en el Congreso, ha sido una puesta en escena de una supuesta confrontación de poderes para engañar al país y sustraerse de los temas de fondo que nos demandan.
Hago esta afirmación en vista de que la exposición del premier, y posteriormente las réplicas de los congresistas, solo fueron meros discursos para la tribuna, para mostrar la ilusión de posiciones encontradas y de una supuesta defensa de sus fueros. Siendo la realidad distinta.
La verdad es que los parlamentarios no van a accionar ningún mecanismo constitucional para sancionar los exabruptos de Aníbal Torres y menos van a quemar su “bala de plata” con una censura del premier y su gabinete.
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Argumentos existen, además de una clara provocación a la población para confrontar entre peruanos –expresada desde Palacio de Gobierno y con la anuencia del presidente y con el griterío de la portátil– en la cual el premier, envalentonado, amenaza a la oposición con una convocatoria para movilizar y arrinconar a los golpistas, literalmente expresado.
Pero tenemos un Congreso donde la mayoría de sus parlamentarios son reacios a un adelanto de elecciones. No aceptan perder su cuota de poder o sus cargos en el Congreso, en aras de la gobernabilidad del país. Primero son sus sueldos y por supuesto sus comisiones por representar intereses particulares; hay varios impresentables que corroboran esta especulación.
Los llamados para buscar una agenda consensuada o la supuesta voluntad del Gobierno para dialogar y trabajar por el país son un discurso vacío y tendencioso, que pretende distorsionar la realidad que estamos viviendo.
Un Ejecutivo en el que el presidente tiene ya aperturadas seis investigaciones fiscales, con suficiente carga de pruebas y evidencias demostradas, debilitan la posición del gobierno y, por ello, recurren a la confrontación, mostrándose como la víctima. Esa es la razón de las bravuconadas de Aníbal Torres.