(Foto: Anthony Niño de Guzmán | GEC)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán | GEC)

Escuchar al abogado Castiglioni de Fuerza Popular, con total desparpajo, que van a seguir presentando apelaciones a los resultados electorales con el único fin de entorpecer la proclamación de los resultados electorales por parte del JNE, resulta indignante, por la muestra de pobreza de argumentos legales y, sobre todo, desprecio por la democracia, en vista de que no variaría el resultado electoral final, pero sí afecta la estabilidad del país.

El objetivo es claro. Pretenden que se llegue al 28 de julio próximo sin la proclamación del nuevo presidente de la República por parte del JNE y, por ende, llevarnos a un escenario de incertidumbre en vista del vacío legal que se daría. En consecuencia, Pedro Castillo no podría juramentar puesto que un requisito previo indispensable es la proclamación de los resultados electorales.

A esto se ha sumado la narrativa de fraude, al extremo del escuchar –en un debate en Madrid– que en el Perú habían votado 44,000 muertos, versión que ha sido corregida por Cancillería.

Frente a esta retahíla de estrategias de descalificación de los resultados electorales, se esperaba que Pedro Castillo se pronuncie y pueda contrarrestar estas versiones antojadizas, que están generando más incertidumbre al país y ponen en jaque su proclamación y el futuro gobierno. Tiene que entender Castillo que depende mucho de los mensajes políticos en estos días para preparar su asunción de mando y, sobre todo, generar credibilidad y confianza en diferentes sectores.

Si Castillo se radicaliza y, además, sigue el guion de Vladimir Cerrón, manteniéndose en el silencio de los inocentes, él será cómplice de los problemas que acarreará toda esta estrategia final, que ha empoderado a los seguidores de Keiko Fujimori y que parece ya descontrolada, ya no solo con la negación de los resultados electorales, sino que ha llegado a niveles de agresión entre simpatizantes de ambas partes. Estas acciones violentas en democracia deben deslindarse abiertamente y condenarse, sin excepción.