[OPINIÓN] Richard Arce: “Crisis de representación política”. FOTO:GEC
[OPINIÓN] Richard Arce: “Crisis de representación política”. FOTO:GEC

Si analizamos con mayor objetividad la conflictividad social que se ha vivido en el país, vamos a identificar que un problema determinante es la crisis de representación política, y esta pone en cuestión nuestro sistema de democracia representativa, a través de los partidos políticos.

Las encuestas refrendan esta inferencia, porque más del 80% de la población no quiere saber nada con los partidos políticos, inclusive los consideran corruptos y que no representan a nadie, más que a sus propietarios o grupos de poder que tienen en el Congreso.

Realmente, es una situación grave, porque al perder credibilidad y no ser reconocidos como espacios de representación política, simplemente pierden legitimidad para representar a la población en un próximo proceso electoral. Esto no es nuevo, en realidad ya se manifestaba en las elecciones municipales y regionales, donde los movimientos regionales tienen mejores resultados electorales.

Los partidos políticos se han convertido, de un tiempo a esta parte, en una especie de franquicia familiar o negocio personal, que se oferta en cada campaña electoral al mejor postor, para que tengan la plataforma para ser elegidos autoridades. En esta prebenda política está el génesis del problema de corrupción y la crisis política.

Por eso, propuestas como la asamblea constituyente tienen expectativa en sectores importantes del país, porque entienden que se puede tener otro sistema de representación, a través de las organizaciones sociales, las fuerzas vivas que llaman, que tienen más representatividad que los partidos.

El problema es que este sistema de representación también es peligroso y ya se demostró, en el gobierno de Castillo, que puede ser manipulado y dirigido para que supuestas organizaciones sociales aparezcan como espacios de representación legítima y se pervierten siendo utilizadas para otros intereses sibilinos.

Es momento de interpelar a los partidos políticos, más aún si ahora se ha estado demostrando que son capaces de todo, con el despilfarro del financiamiento público o el tráfico de candidaturas.

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