[OPINIÓN] Rafael Belaunde LLosa: “El día de la marmota”
[OPINIÓN] Rafael Belaunde LLosa: “El día de la marmota”

En 1993, se estrenó una película protagonizada por Bill Murray que en Perú se tituló “El día de la Marmota”, cuya trama se basaba en que se repetía el mismo día una y otra vez. Algo análogo a ello ocurre con muchos de los fenómenos climatológicos en Perú, sean heladas en el sur, lluvias en el norte o huaycos en la sierra y costa central.

El friaje golpea los mismos distritos, las lluvias activan las mismas quebradas, se desbordan los mimos ríos, caen huaycos en las mismas zonas y en áreas donde la infraestructura pública y privada que se ve más afectada es básicamente la misma, una y otra vez, año a año, evento tras evento.

Somos un país con un extraordinario desafío geográfico y gran diversidad climática. Este hecho constituye una gran fortaleza, pero nos impone también la obligación de contar con infraestructura que nos permita aprovechar lo bueno y mitigar lo malo que nuestra orografía y clima nos dan.

Por ello, invertir en infraestructura es esencial para el Perú. Debemos hacerlo no solo para protegernos de los desastres naturales, sino para aprovechar la geografía a nuestro favor, así como para integrar a los peruanos y hacer posible el desarrollo de la economía de mercado en el territorio nacional.

Lamentablemente, hemos sido, a lo largo de nuestros 200 años de República, un país pobre, con escasos recursos para enfrentar múltiples obligaciones. Ello explica buena parte de la paupérrima infraestructura pública que tenemos; sin embargo, de un tiempo a esta parte, la modernidad, el mundo globalizado y 30 años de un correcto modelo económico (aunque aún muy perfectible), permite al Perú contar hoy con recursos propios, fuentes de financiamiento y alternativas de inversión y gestión diversas.

Inversión pública directa, concesiones, Asociaciones Público Privadas, OxI y acuerdos Gobierno a Gobierno son herramientas al alcance del gobierno central, gobiernos regionales y locales para empezar a movilizar los recursos que, lejos de escasear, hoy se acumulan en los asientos contables del Estado como dinero no ejecutado. La falta de recursos de antaño ya no explica la brecha de infraestructura, sino la incapacidad, la indolencia, la exorbitante burocracia y tramitología son hoy el principal obstáculo en el cierre de brechas.

Concentrar en una sola entidad, que tenga el encargo de cubrir la brecha de infraestructura de todos los sectores (transporte, educación, salud, vivienda, etc.), hace sentido y permitiría generar economías de aprendizaje y de escala que redituarían en una ejecución más fluida y auditable de los recursos. La gran amenaza está, sin embargo -una vez más-, en que la nueva burocracia succione los recursos y termine siendo el gasto corriente, y no el de inversión, el que consuma el grueso del presupuesto.

Sabemos cuál es la brecha de infraestructura, se sabe lo que hay que hacer, tenemos los recursos para hacerlo. Es hora de movilizar los recursos en favor del país y no vivir una y otra vez el día de la marmota.