Padre e hija leyendo un libro. (Getty)
Padre e hija leyendo un libro. (Getty)

Así como ocurrió con la novela de autorreferencia familiar hace algunos años, que terminó por convertirse en una fórmula de superventas ansiada por las editoriales y su orquesta de editores, y que llevó a la novela autorreferencial a estancarse como temática y convertirse en una repetición de sí misma con novelitas que vendían mucho pero decían poco, hoy se está poniendo a la moda una versión dos punto cero de una receta de cocina que, a mi parecer, puede terminar por saturar la temática de la autoficción nuevamente: La novela de paternidad.

Así, por ejemplo, Andrés Neuman, un escritor al que admiro, ha publicado hace poco su última novela Umbilical, sobre su propia experiencia de ser padre. Y, aunque la prosa de Neuman es exquisita, resulta repetitivo el hecho de que sea una novela de paternidad (nuevamente) lo que se publica. Renato Cisneros publicó en el 2019 Algún día te mostraré el desierto. Diario de paternidad (por si no quedó claro), como lo hizo Manuel Vilas ese mismo año con su novela Alegría, en donde habla de la relación con su padre y su hijo. Como lo hizo Ray Loriga en el 2017 con su novela Rendición. O como lo hizo el año pasado el escritor argentino Santiago de la Rosa con su novela La otra hija. Y como lo hicieron muchos más y cómo lo harán muchos más…

Cualquiera puede ser un tema plausible para la literatura y los escritores gozamos de libertad para escribir lo que nos dé la gana. Lo que es extraño es que gran parte de los escritores quiera escribir sobre un mismo tema en un periodo de tiempo específico, que nos dé la gana al mismo tiempo ¿O será más bien una búsqueda de los editores para explotar una temática de moda o un estilo específico de escribir? No olvidaré cuando un editor de una gran editorial me dijo “estamos buscando escritores que escriban como tal…”, en referencia a un escritor de moda.

Posiblemente la temática de la paternidad en una novela era más interesante cuando esta no respondía a una moda editorial, que seguramente tendrá paneles colectivos en las ferias de libro y que los editores presentarán felices como si fuese un invento suyo. Así es plausible Patrimonio, una historia verdadera, de Philip Roth publicada en 1991 o Llenos de vida, de Jonh Fante publicada en 1952, cuando hablar sobre la paternidad suponía un verdadero tabú y el espacio era muy corto dentro del mundo literario. Escribir sobre ello, en aquel tiempo, resultaba verdaderamente revolucionario. En cambio, escribir sobre ello hoy es correr el peligro de caer en el espacio común (en el que muchos han caído sin pena ni gloria), que empieza a ser explotado en demasía (y en algunos casos sin escrúpulos). Después vendrán las manías colectivas de escribir sobre los hermanos, los abuelos, los tíos…

Antojo colectivo, o empuje editorial, claro está que esto no disminuye la calidad literaria de la obra. Un escritor malo será malo sin importar lo que escriba. Creo que, a pesar de que la novela autorreferencial es una temática sobreexplotada y la novela de paternidad parece querer cubrir su lugar y ser el nuevo fenómeno que llene los bolsillos de un grupo reducido de escritores y editoriales, los buenos escritores serán siempre capaces de dar sus escritos un giro de tuerca, una propuesta novedosa, aunque al ver sus libros en los anaqueles y en las ferias, estos sean vistos por los lectores empachados como otra novela de paternidad más.

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