“Como ciudadanos nuestra participación no puede limitarse a votar cada cinco años. La participación en el gobierno, de manera directa o indirecta, es nuestra obligación”.
“Como ciudadanos nuestra participación no puede limitarse a votar cada cinco años. La participación en el gobierno, de manera directa o indirecta, es nuestra obligación”.

La matanza en el Vraem nos ha hecho recordar al menos dos cosas: cómo era el Perú antes de la captura de Abimael Guzmán y la derrota del terrorismo, y el abandono de una gran parte del territorio por parte del Estado. Esto último se combina con el dominio del narcotráfico y la explotación ilegal de minerales, práctica que conlleva, no solo la destrucción del medio ambiente, la contaminación de agua y tierras sino también la explotación y situación de esclavitud a la que se somete a poblaciones enteras.

La presencia del Estado es esporádica e insuficiente. Esos territorios están dominados por fuerzas contra las que la ley no puede porque significa estar allí de forma permanente y contar con el equipamiento necesario para combatir a quienes sí tienen recursos suficientes y alicientes para permanecer sin mayor riesgo. Esta semana, todos los ojos estuvieron puestos en el Vraem, donde murieron 16 personas. La iniciativa la tomó el terrorismo: no fue, como hubiera sido más lógico, un operativo del Ejército contra terroristas y narcotraficantes. Hemos dejado en manos de ellos una parte importante de nuestro territorio y hemos dejado abandonada y vulnerable a la población que debíamos defender.

La responsabilidad de haber llegado a este abandono, no solo de la población alejada sino también de aquella que ya está en la zona periurbana pero no tiene siquiera acceso a agua y saneamiento, es compartida. Como ciudadanos nuestra participación no puede limitarse a votar cada cinco años. La participación en el gobierno, de manera directa o indirecta, es nuestra obligación, exigiendo, por ejemplo, respeto y justicia para los cientos de buenos funcionarios que sí se atrevieron y que ahora son perseguidos. No pretendamos que “alguien más se compre el pleito” y dejar luego, que se las arreglen solos.

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