“Todos los días vemos motos de reparto zigzagueando entre autos y camiones para hacer entregas a tiempo; no solo se arriesgan ellos, sino también al conductor del vehículo mayor”.
“Todos los días vemos motos de reparto zigzagueando entre autos y camiones para hacer entregas a tiempo; no solo se arriesgan ellos, sino también al conductor del vehículo mayor”.

Incluso muchos detractores de las corridas de toros reconocen el valor del torero que enfrenta a un animal de más de 400 kg, con una capa y poco más. Por más que el riesgo pueda ser controlado, se necesita valentía o temeridad para enfrentarlo. También está la Fiesta de San Fermín en Pamplona. El 7 de julio, como parte de esta, los toros sueltos (pero guiados) hacen un recorrido donde participa gente, corriendo y evitando ser embestida. Pese a las precauciones también están preparados para la atención de posibles víctimas.

Sin fiesta, toros ni entusiasmo, sin capacidad para atender víctimas, los peruanos tenemos nuestro propio y diario San Fermín, en el que miles de personas arriesgan la vida ante elementos de dimensión desproporcionada. Todos los días vemos motos de reparto zigzagueando entre autos y camiones para hacer entregas a tiempo; no solo se arriesgan ellos, sino también al conductor del vehículo mayor que no tiene cómo verlos a tiempo por el espejo retrovisor. Estamos acostumbrados a ver a los vendedores en los semáforos ofreciendo mascarillas, golosinas, bebidas. Algunos no culminan la transacción antes del cambio de luz y deben correr entre los autos para cerrarla al cruzar la calle. Hace dos días, en la Panamericana, llegando a Lima, vi que vendedores de gaseosas cruzaban entre camiones para ganar los pocos soles que el negocio puede rendir. ¿Por cuánto se juegan la vida estas personas? La mayoría se ‘recursea’ porque no tiene acceso a un mejor trabajo.

Como efecto del rebote respecto a la caída en 2020 y a la reducción de riesgos por la vacunación, el Gobierno que viene tiene la oportunidad de generar condiciones para crear empleos de calidad atrayendo esa inversión que no pide prebendas ni desvía recursos, sino que vía impuestos da ingresos al Estado y, vía remuneraciones decentes, mejora la vida de la población.


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