“Ante las declaraciones del candidato que probablemente gane las elecciones y sus acompañantes en el aspecto económico, los mercados han reaccionado y la evidencia la vemos en un dólar disparado que refleja desconfianza en el sol”. (Foto: Andina)
“Ante las declaraciones del candidato que probablemente gane las elecciones y sus acompañantes en el aspecto económico, los mercados han reaccionado y la evidencia la vemos en un dólar disparado que refleja desconfianza en el sol”. (Foto: Andina)

El Perú está quebrado de forma que no es posible llegar a un acuerdo entre las dos posiciones extremas: un modelo con principios que piensa en las bondades de la inversión privada y de cómo esta generará bienestar, como ya se venía dando, muy lentamente quizá para quienes vieron a sus hijos morir por no recibir atención médica o porque faltó un especialista. Ellos están al otro lado; ven las cosas distintas y atribuyen a su pobreza, hambre y desesperación al sistema que promueve libertades de inversión para el privado, restándole rol al Estado. Es lo que han visto y no extraña que busquen un cambio radical sin certeza de que será para mejor: es la necesidad humana de probar otra cosa cuando para uno no ha funcionado lo ya probado.

Se habla de un fraude (aún no totalmente probado) que sería inaceptable; tanto como lo fue el comportamiento de Fuerza Popular en el gobierno de Kuczynski. Ante las declaraciones del candidato que probablemente gane las elecciones y sus acompañantes en el aspecto económico, los mercados han reaccionado y la evidencia la vemos en un dólar disparado que refleja desconfianza en el sol, dicho de otra manera, en el manejo económico del equipo que Castillo pueda tener. El problema será su capacidad de convocar un mejor equipo. No genera confianza porque él no parece tener idea de lo que puede funcionar.

Queremos un Perú mejor, con menos pobreza, que reduzca la desigualdad, genere riqueza y oportunidades, pero por más que haya habido crecimiento y desarrollo en los últimos 30 años esto no ha sido suficiente y tenemos bolsones de pobreza inaceptables: muertes que pudieron evitarse, niños y jóvenes que pudieron educarse. La clase dirigente no son los políticos. No podemos dejarles a ellos decidir el futuro del país. Ahora bien, jugársela trae también el riesgo de ser enjuiciado y hasta detenido. ¿Cómo salimos de la trampa?